Alimentos Transgénicos y Principios de Ética Aplicables

Introducción

Desde hace apenas unos pocos años, ha comenzado a introducirse en el lenguaje común, del hombre de la calle, términos como “transgénicos” o “alimentos transgénicos” cuya sola mención induce, cuanto menos, desconfianza y muy a menudo un debate social con opiniones controvertidas y no pocas veces interesadas, según cual sea el origen de estas. En cualquier caso, lo que no admite duda es que cualquier avance científico que permita al hombre producir mayor cantidad y mejor calidad de alimentos, siempre en condiciones de seguridad, debe de ser bien recibido, pues no se puede olvidar que, a fecha de hoy, millones de seres sufren y mueren como consecuencia del hambre en extensas regiones del mundo. Según la FAO, se espera que la Agricultura permita alimentar una población humana en constante aumento, que para el 2020, se calcula en unos 8 mil millones. Dentro de estos, más de 840 millones de seres humanos pasan hambre y unos 1.300 millones carecen de agua limpia, igual número que los que se considera que sobreviven con menos de 1 dólar al día. La Biotecnología, de la que surgen los alimentos transgénicos y otros organismos y microorganismos, aporta directa e indirectamente una influencia incuestionable y puede ayudar decididamente a paliar estos efectos.

Antecedentes

A nadie se le oculta que el avance de la Biología en los últimos años ha sido espectacular. El siglo XX ha sido particularmente fructífero en logros que se refieren al conocimiento del funcionamiento de los seres vivos (animales o microorganismos) en sus hábitats naturales, pero, sobre todo, ha quedado claro que todos los seres vivos tenemos en común un tipo de macromoléculas orgánicas denominadas ácidos nucleicos (ácido desoxirribonucleico -ADN- y ácido ribonucleico -ARN-) que constituyen el elemento central, la unidad molecular de la Biología. En ambas se sitúa la esencia de la vida y su proyección desde los padres a los hijos en forma de herencia. Este gran descubrimiento, que tuvo lugar a mediados del siglo pasado, curiosamente a partir de experimentos llevados a cabo con bacterias, demostró el papel central del ADN en la transferencia de información y en la herencia.

Desde entonces, la disponibilidad de herramientas biológicas (cada vez en mayor número y cada vez con mayores utilidades) ha permitido avances que han dado lugar a una nueva rama de la Ciencia Biológica denominada Ingeniería Genética o Tecnología del ADN recombinante. Precisamente en la Tecnología del ADN recombinante debe situarse el origen de los denominados “Organismos Modificados Genéticamente”, a partir de los que se obtienen los vulgarmente conocidos como “Alimentos Transgénicos”.

El ADN (ácido desoxirribonucleico) es el elemento común que está presente en las células que forman los tejidos de animales o de plantas y en los microorganismos (bacterias, hongos, parásitos o virus). El ADN es el portador de la información genética de todos los seres vivos y está formado por secuencias de nucleótidos (polinucleótidos) formados por desoxirribosa (un azúcar de 5 átomos de carbono), ácido fosfórico y una base nitrogenada (bases púricas o pirimidinas: adenina -A- y guanina -G- en el caso de las púricas, y timina -T- y citosina -C-, en el caso de las pirimidinas).

El ADN se dispone en forma de una doble hélice formada por dos hebras (cadenas) complementarias y antiparalelas (poseen sentido contrario, en una 5’-3’ siendo 3’-5’ en la otra) que permanecen unidas por enlaces entre las bases (la adenina se une a la timina y la citosina lo hace con la guanina). Cada nucleótido se identifica por su base nitrogenada y un triplete (3 nucleótidos) constituye un codón. Un codón porta información para la síntesis de un aminoácido en los ribosomas. Una cadena de aminoácidos forma un péptido y un polipéptido forma una proteína. Las proteínas son los elementos plásticos más importantes de los organismos y, por ello, lo son también los ácidos nucleicos (el ADN) que determinan su síntesis.

Las secuencias funcionales del ADN, que están en el origen del proceso de la síntesis proteica, constituyen los genes y el conjunto de genes forman los cromosomas (un cromosoma en el caso de las bacterias o varios cromosomas en el caso de los animales y el hombre). No todo el cromosoma son secuencias funcionales (genes funcionales) sino que existen fragmentos que no lo son; incluso hay genes que no llegan a expresarse en el curso de la vida del individuo pues tal manifestación está condicionada a una serie de circunstancias ambientales que no siempre se dan.

Una de las primeras ideas que revolucionaron en su momento la genética molecular fue la posibilidad (después demostrada) de que un gen codificara solamente para una proteína. El proceso de síntesis proteica exige previamente la separación de la doble hélice, la síntesis de una cadena complementaria de ARN mensajero (ARNm) y su traducción a proteínas en los ribosomas celulares; para ello, el ARNm dirige un proceso de incorporación de aminoácidos en el que participan otros fragmentos de ARN más cortos, denominados ARN de transferencia (ARNt).

Un gen se puede aislar, copiar, amplificar e insertar dentro del ADN de otro ser vivo, bien de la misma o incluso de distinta especie; es decir, en la práctica, un gen se puede manipular (manipulación genética). Para lo primero se utilizan proteínas especiales de naturaleza enzimática, llamadas enzimas de restricción que rompen determinadas uniones entre las secuencias. La inserción de un fragmento de ADN en otra molécula distinta recibe el nombre de recombinación y, como consecuencia de ello, el nuevo gen (“transgen”) expresa un carácter, también nuevo, para el que codificaba. Todo el proceso descrito supone una nueva metodología de trabajo a la que se ha dado en llamar “Ingeniería Genética” o “Tecnología del ADN recombinante” y el organismo en el que ha tenido lugar el procedimiento es un “organismo manipulado genéticamente, un OMG”, como habíamos visto al principio. Desde el punto de vista de los OMG, hay genes “funcionales” (que expresan un carácter útil y buscado) y genes “marcadores” que han de acompañar a los primeros para permitir posteriormente su identificación facilitando, con ello, la selección del individuo nuevo. La mayoría de estos genes marcadores expresan caracteres de “resistencia a antibióticos”.

En definitiva, pues, la Ingeniería Genética permite modificar el genoma de una planta comestible, de un animal o de un microorganismo (bacteria, levadura, virus), con un propósito concreto. Este es, sin duda, un punto particularmente importante en los términos que aquí nos interesan, pues mientras que en los procedimientos de mejora tradicional de plantas o animales, la selección de los mejores y los más aptos para una determinada finalidad, es un proceso lento (habitualmente se necesitan decenas o centenares de años bajo la dirección del hombre o miles de años si es la naturaleza quien se encarga del proceso de forma natural) y muy laborioso, en el que no siempre se consigue el objetivo (en el proceso de selección se arrastran muchos genes indeseables, que es preciso eliminar mediante cruces dirigidos y la consiguiente selección), mediante la Ingeniería Genética se puede modificar con total precisión un solo gen o incorporar uno nuevo, siendo a la vez el proceso “mucho más limpio y preciso” y, naturalmente, mucho más rápido. El sistema de selección aplicado a la mejora animal.

Alimentos transgénicos

Los alimentos transgénicos son los “alimentos obtenidos a partir de/con la participación de seres vivos (plantas, animales o microorganismos) que han sido manipulados genéticamente mediante la incorporación, o la inactivación, o la supresión de genes, lo que modifica su genoma; en el primer caso, procedentes de la misma o de distinta especie”. Como se puede observar, tales posibilidades exceden de la que implica un “transgénico” (literalmente supone la incorporación de un gen nuevo -un transgen- en el genoma de un ser vivo), por lo que muchos de los expertos consideran más apropiado referirse a “organismos manipulados genéticamente” (OMG) pues esa manipulación no excluye ni la transgénesis, ni la modificación (por ejemplo inactivación de uno o de varios genes), aunque (como tantas veces ocurre) el uso del término “transgénico” ha calado tan hondo entre los usuarios que en la práctica implica ya todo. Según el Grupo de Trabajo de Bioseguridad de la FAO (1998), los OMG incluyen manipulaciones cromosómicas, transferencia de genes, fusión o reordenamientos, destrucción, inactivación o pérdida de genes, trasplante de organelas celulares, fusión celular, trasplantes nucleares o clonación de organismos multicelulares a partir de cultivos de células o de embriones insertados con genes nuevos.

Las técnicas de transgénesis (producción de transgénicos) fueron utilizadas por primera vez en los animales en 1981 y al cabo de poco tiempo en las plantas. Las primeras pruebas con cultivos transgénicos de tabaco se llevaron a cabo casi de forma simultánea en Francia y en los Estados Unidos en 1986 y, unos años más tarde, en 1992, se comenzó a cultivar en China una planta de tabaco transgénico resistente a ciertos virus, cuya comercialización fue iniciada en 1993.

Un avance espectacular en la carrera de producción de alimentos transgénicos se produjo en 1994 cuando la empresa Calgene (hoy integrada en Monsanto) comercializó el tomate denominado Flavr-Savr (o tomate ‘MacGregor’) en el que mediante Ingeniería Genética se había modificado su aspecto, su sabor1 y, sobre todo, el tiempo de maduración y conservación (ver después). Desde 1996 hasta la fecha, en muchos países, pero de forma particular en los Estados Unidos, Canadá y Japón, ha sido continua y progresiva la aparición de marcas de cereales modificados genéticamente.

Tipos de organismos transgénicos

En términos generales puede hablarse de tres grandes grupos de OMG, en dependencia del grupo biológico a que pertenezcan: plantas, animales o microorganismos.

  1. Plantas transgénicas: las plantas transgénicas no son otra cosa que vegetales cuyo genoma (su ADN) ha sido modificado.
  2. Animales transgénicos: son animales que han sido modificados genéticamente para permitir mejorar su producción (mayor producción de carne, más leche, etc.) o simplemente para introducir la producción de un carácter nuevo (una proteína, por ejemplo), que es utilizado directamente por el hombre (es el caso de algunos animales que se han modificado para producir lactoferrina humana, factor antihemofílico, etc.), o para aumentar su ritmo de crecimiento mediante la introducción genes de otra especie que permite multiplicar por dos o por tres esa tasa.
  3. Microorganismos transgénicos: se trata, por lo general, de levaduras y bacterias de interés industrial, que mediante transgénesis se modifican para eliminar inconvenientes de tipo industrial o, simplemente, para producir algún producto de interés (por ejemplo, un fármaco, una proteína o simplemente un antígeno vacunal).

 

Producción de plantas transgénicas (alimentos transgénicos de origen vegetal)

Para llevar a cabo la modificación genética (la transgénesis) se utilizan, por lo general, dos procedimientos de transferencia del ADN.

  1. Utilización de vectores. Un vector suele ser habitualmente un plásmido, es decir, un fragmento de ADN no cromosómico (por tanto libre en el citoplasma), dotado de capacidad de replicación autónoma, que suelen ser habituales en el genoma de muchas bacterias. Algunos de estos plásmidos llevan genes que codifican para caracteres de mucho interés, como puede ser por ejemplo un determinado factor de virulencia (es decir, una estructura o una sustancia -por ejem. una toxina- producida por la bacteria que condiciona su patogenicidad) o la resistencia a un antibiótico determinado. En Agrobacterium tumefaciens, una bacteria que suele encontrarse en el suelo, aparece un plásmido denominado “Ti” (indica “inductor de tumores”) y cuando la bacteria infecta la planta (debido a un corte o por un traumatismo), se forman tumores (o agallas) que suelen ser muy evidentes en plantas dicotiledóneas (como las legumbres, por ejemplo). También pueden utilizarse vectores víricos en la transgénesis.
  2.  La transferencia directa del gen (o genes) desde un organismo a otro distinto mediante varios métodos:
  • Biobalística (o Biolística). Es un procedimiento muy utilizado, sencillo y barato, que permite en la práctica el bombardeo de una célula con fragmentos del gen que interesa introducir mediante el uso de aparatos denominados “cañones de genes”, aunque posee limitaciones.
  • ITransformación de protoplastos. Sólo es aplicable en el caso de plantas que puedan regenerase a partir de protoplastos (células sin pared externa). Para introducir el ADN (genes) pueden aplicarse métodos químicos, físicos (mediante electroporación) o puede realizarse la fusión de los protoplastos con gotas de grasa denominadas liposomas, que llevan en su interior el gen deseado.
  • Microinyección directa de ADN. Es un procedimiento poco útil pues solo puede trabajarse con una célula por experimento y precisa de personal muy cualificado.

 

Maduración controlada de frutos por transgénesis

El proceso de maduración de la mayoría de los frutos carnosos está condicionado por la producción de hormonas (gas etileno), que inducen a su vez la producción de enzimas (como la poligalacturonidasa), pigmentos y aromas que caracterizan la fruta madura. El gas etileno se utiliza para la maduración artificial de frutos recogidos verdes a consecuencia de los tiempos que imponen los canales comerciales y el propio tiempo de vida útil del fruto maduro.

Transgénesis en animales (animales transgénicos)

Hasta la fecha, la lista de animales en los que se ha culminado con éxito experimentos de transgénesis incluye, entre los mamíferos, el ratón, la rata, el conejo, el ganado bovino, el cerdo, la oveja y la cabra, mientras que entre las aves se incluyen el pollo (la gallina) y la codorniz. Entre los peces se han cosechado éxitos importantes y la lista de especies en las que se han realizado transgénesis, incluye: el salmón, la trucha, la tilapia, la carpa, el pez gato, el pez medaka y la dorada.

Como en el caso de los vegetales, entre los animales, la transgénesis ha buscado como fines importantes, por un lado, la mejora de los caracteres productivos de los animales y de la calidad de sus producciones (en particular el crecimiento), la resistencia a enfermedades (especialmente mamitis en el caso de los rumiantes) y, de particular interés se consideran también, el desarrollo de modelos animales para el estudio de enfermedades humanas o para el estudio de enfermedades de los animales domésticos o útiles de gran valor, el desarrollo de animales transgénicos con el propósito de producir proteínas “terapéuticas” de alto valor para el ser humano, en una palabra, disponer de “granjas farmacéuticas o moleculares” a partir de animales con modificaciones que les permiten producir sustancias cuya alternativa actual es un tipo de síntesis química muy compleja y costosa.

Mediante transgénesis con genes de la hormona del crecimiento se han obtenido vacas con mayor producción cárnica, o cerdos a los que se han incorporado múltiples copias del gen de la hormona del crecimiento bovina, que no solo crecen más y más rápido en el periodo crítico de su vida (en las primeras semanas), sino que sorprendentemente producen de forma paralela, menos grasa.

Igualmente se han producido mediante transgénesis animales capaces de actuar como donantes de órganos para otros individuos de distinta especie, con el propósito de servir en el futuro de fuente de órganos para el hombre.

Alimentos con vitaminas y alimentos hipoalérgicos

Es bien sabido que no existen alimentos completos, afirmación válida en particular en el caso de los vegetales, de tal modo que la ingesta tiene que complementarse necesariamente con varios de ellos para poder satisfacer así todas las necesidades del ser vivo (proteínas, lípidos, carbohidratos, vitaminas, minerales, etc.). La posibilidad de introducir genes que expresan alguno de los elementos en que es deficiente un alimento particular, puede resolver problemas tradicionales vinculados a grandes áreas geográficas del planeta. Es lo que sucede, por ejemplo, con el caso del arroz, que constituye la dieta básica (sino la única) de millones de individuos en todo el mundo y en los que su tradicional deficiencia en vitamina A es causa de graves problemas de salud, particularmente los que se refieren al sentido de la vista (ceguera). Se ha descrito la obtención de arroz transgénico que incorpora genes que expresan ß-caroteno (provitamina A) y que resuelven este problema. Algunos individuos no pueden consumir algunos productos debido a su hipersensibilidad a determinados componentes, que les producen fenómenos alérgicos, por lo que aquellos alimentos también han sido objeto de la ciencia al utilizar un procedimiento denominado “silenciamiento de genes”.

Modificación de la calidad, que afecta a situaciones clínicas en el consumidor

No solamente las técnicas de transgénesis permiten mejorar el equilibrio de los distintos principios en la dieta, sino que, convenientemente modificados (como ya se ha visto en el caso de las vacunas), los alimentos transgénicos pueden ayudar a prevenir o corregir situaciones críticas de determinados pacientes, particularmente de niños, sometidos a condiciones ambientales y familiares poco favorables. En este sentido es de destacar, por ejemplo, que recientemente un equipo de investigadores brasileños haya logrado transformar plantas de maíz para que produzcan hormona humana del crecimiento (HGH).

¿Qué aspectos se consideran para evaluar el riesgo de los transgénicos?

  1. Las características de los organismos de los que procede el gen y las de los organismos que reciben el gen.
  2. Los genes que son insertados y se expresan.
  3. Las consecuencias potenciales para la planta derivadas de la modificación genética.
  4. El probable impacto ambiental derivado de la liberación (intencionada) al medio ambiente: impacto en plantas silvestres, impacto en cultivos no modificados genéticamente, impacto en otros organismos y en los procesos ecológicos.
  5. La posible transferencia horizontal entre plantas o componentes de las plantas y microorganismos en determinados ambientes.
  6. La toxicidad y alergenicidad potencial de los productos del gen y de sus metabolitos.
  7. Las características de composición, nutritivas, de inocuidad y agronómicas.
  8. La influencia de las operaciones del procesado del producto alimenticio en las propiedades del alimento.
  9. Los cambios potenciales en la ingesta diaria.
  10. El posible impacto nutritivo a largo plazo.

 

Ética de los alimentos transgénicos

La introducción de este tipo de alimentos en el mercado de consumo ha generado una ardiente polémica por parte de las organizaciones ecologistas desde las que se ha movilizado una gran cantidad de argumentos en su contra. En el campo contrario se sitúan muchos científicos, incluyendo biólogos moleculares, ingenieros y otros técnicos, para quienes las herramientas de que se dispone en la actualidad garantizan más que nunca el proceso de modificación genética que da lugar a caracteres nuevos en alimentos tradicionales. Por otra parte, su introducción en los niveles ordinarios de cultivo permitiría aumentar la capacidad de producción hasta los niveles necesarios para abastecer la creciente demanda mundial, sobre todo en lo que se refiere a la población de los países más desfavorecidos.

Aunque sólo exista la sospecha de la existencia de un solo efecto negativo sobre cualquiera de los aspectos que se han señalado, se ha de resolver el interrogante mediante análisis exhaustivos y rigurosos del producto, cualquiera que sea el final al que estos conduz- 36 can. En el mejor de los casos, el consumidor debe tener la oportunidad de conocer qué es lo que consume, por lo que se hace necesario desarrollar y adaptar métodos y procedimientos que permitan poner de manifiesto el carácter transgénico de un alimento de consumo humano y que dicha información esté claramente dispuesta en la etiqueta que define el producto.

Si bien es cierto que la atención que prestan las sociedades de los países de mayor desarrollo social a determinadas circunstancias que pueden comprometer su salud o su vida es sustancialmente mayor que la que prestan a otras (alimentación versus tráfico), lo cierto es que los riesgos para la salud asociados al consumo de productos alimenticios son objeto de atención prioritaria. A tal fin, las sociedades no sólo demandan de los científicos un conocimiento completo de los riesgos (y de los factores que los condicionan), sino que exigen a sus gobernantes que les garanticen la situación ideal de ‘riesgo cero’ en relación con los productos que consumen.

Principios éticos aplicables

  • Principio de precaución: “Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente”

El sentido del principio es manejar la incertidumbre propia de las causales y relaciones que puedan estar fuera del control humano. En la interpretación del principio, se coloca el peso de la prueba en la ausencia de efectos dañinos para la propagación de OGMs. No se necesita evidencia científica del daño, pero si detección de posibles peligros para el ambiente mediante investigación multidisciplinaria en que se mida causa-efecto. Por el protocolo de bioseguridad del año 2000, en Cartagena, basta que un Estado tenga sospechas de que un producto pueda causar daños a la población para prohibir la entrada de ese OGM, aunque no esté probado científicamente.

En materia de normativas, el problema de la aplicación de este principio radica en que no está claro dónde establecer límites cuando los riesgos potenciales son desconocidos o inconclusos. La incertidumbre se genera por el desconocimiento y la indeterminación de riesgos en ecosistemas amplios y por la posibilidad de análisis científico en cuanto a la variable elegida, las mediciones efectuadas, las muestras obtenidas, los modelos utilizados y la relación causal empleada. El riesgo de daño debe ser potencialmente serio (en alcance geográfico o periodos de tiempo), irreversible y acumulativo.

  • Principio de solidaridad: Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad mundial para conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad del ecosistema de la Tierra. Debido a su distinta contribución al deterioro del medio ambiente mundial, los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas. Los países desarrollados tienen mayor responsabilidad en la búsqueda internacional del desarrollo sostenible, en vista de las presiones que sus sociedades ejercen en el medio ambiente mundial y de las tecnologías y los recursos financieros de que disponen.
  • Principio de equivalencia substancial: Para la evaluación de los productos alimenticios se ha introducido el concepto de “equivalencia sustancial”, según el cual, si un alimento procedente de la nueva biotecnología se puede caracterizar como equivalente a su predecesor convencional, se puede suponer que no plantea nuevos riesgos y, por lo tanto, es aceptable para consumo.

Técnicamente hablando, si un OGM y su equivalente no genéticamente modificado poseen similitud sustancial en un limitado espectro de variables (por ejemplo, composición de proteínas, minerales, vitaminas, etc.) pueden asimismo presumirse sustancialmente equivalentes en todos sus otros aspectos. Se utiliza un comparador con una historia de inocuidad alimentaria. Esto implica suponer que el análisis químico es capaz de detectar adecuadamente efectos colaterales negativos no deseados y que no es necesaria la confirmación de equivalencia mediante rigurosa experimentación con pruebas de alimentación a largo plazo. Se basa en la idea de que las modificaciones inducidas por inadvertencia en el nuevo huésped vegetal, es decir, las que no se han introducido voluntariamente por recombinación genética, no deberían producir daños en la planta transformada. En este principio se basan aquellos que no exigen pruebas de campo de seguridad. Pero, en realidad, este principio no sustituye la necesidad de una evaluación rigurosa del producto transgénico mediante ensayos nutricionales, inmunológicos y toxicológicos, ya que puede haber cambios introducidos por diferencias en la regulación génica e interferencias con otros genes, y de interrelación con el clima y otros organismos en el ambiente.

  • Principio de responsabilidad. El tema de la responsabilidad hacia generaciones futuras es un desafío que necesita de reflexión bioética. Hans Jonas ha meditado sobre este principio, que afecta no solamente a seres humanos, sino también a todos los seres vivos, de forma que las generaciones futuras cuenten con un ambiente y biodiversidad al menos comparable al presente. La responsabilidad significa reflexionar sobre las acciones a tomar, teniendo en cuenta el balance entre riesgos y beneficios en el desarrollo social. Quien actúa debe hacerse cargo de sus actos, y asumir la responsabilidad de sus decisiones. Los seres humanos tienen un gran poder sobre la naturaleza gracias a la biotecnología, la vida puede alterarse y manipularse en gran medida, lo que requiere regulación. Además, éticamente hay que evitar una concepción instrumental de la naturaleza: los seres vivos tienen un valor inherente en sí mismos. Esto justifica que se establezcan límites en la actuación humana, impidiendo que se considere a los seres vivos como meros objetos susceptibles de apropiación. La responsabilidad hacia las generaciones futuras obra siguiendo formalmente el imperativo categórico kantiano como máxima de comportamiento moral: “obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”.

Hoy se habla de desarrollo sustentable como forma de mejorar las condiciones de vida, pero respetando la naturaleza en la interacción con ella. “El desarrollo sustentable es el desarrollo que tiene en cuenta las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades. Este desarrollo supone dos conceptos clave: el concepto de ‘necesidades’, en particular las necesidades básicas de los pobres del mundo, que son las que deben considerarse prioritarias; y la idea de la ‘limitación’ impuesta por el estado de la tecnología y la organización social en la capacidad medio ambiental de satisfacer las necesidades presentes y futuras”.

Reflexión

Basado en los cuatro principios universales de la bioética:

  • También se puede reflexionar esta temática de acuerdo con los cuatro principios clásicos de la bioética, puesto que pueden ser aplicados a la naturaleza en general, no solo a las relaciones humanas.
  • De acuerdo con el principio de no maleficencia, el agente moral tiene el deber de no causar daño a terceros. Se debe tener en cuenta la ignorancia sobre las consecuencias que puede suponer en ecología la introducción no controlada de organismos genéticamente modificados, por lo que se está obligado a establecer políticas ambientales y regulaciones sobre el uso de transgénicos.
  • Bajo el principio de beneficencia (hacer el bien sin esperar nada a cambio), se debe buscar activamente la producción de organismos genéticamente modificados para una agricultura y ganadería sostenible, productiva y saludable, con precios accesibles para las personas sin recursos.
  • En relación con el principio de autonomía o capacidad, es preciso tener en cuenta que los individuos tienen derecho a saber para tomar decisiones informadas. Sin el etiquetado, los consumidores de los alimentos transgénicos, sin saberlo, pueden violar sus propias restricciones dietéticas y/o religiosas.
  • Desde el principio de justicia (dar a cada uno lo que necesita), se plantea la distribución equitativa de los beneficios, garantizar una justicia intergeneracional respecto del cuidado del ecosistema y la distribución de recursos fruto del trabajo colectivo, y establecer una justicia ambiental en cuanto a penalizar a los agentes de contaminación ambiental.

 

Bibliografía

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30 August 2022
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