Artes En La Edad Media, La Religión Fue La Preponderante

Si revisamos como antecedente, el arte en la época medieval remitía a una temática preponderante, la cual es, la religiosa.

El motivo no es necesario señalarlo en el gusto eclesiástico de los clientes, más bien, en las exigencias que remitían a todo un conglomerado de la sociedad, que incluso el hecho religioso hace una huella en los diversos aspectos de la vida, convirtiéndose en un común denominador en las personas de un rango económico superior, ya que, ponemos situar a los principales clientes en estamentos como la nobleza, la corte y la iglesia. El pueblo en general tendrá un papel como destinatario, en la que incluso podrá hacer utilización de establecidas creaciones, pero de una menor relevancia, esto desde un punto de vista meramente técnico. Entonces, los encargos artísticos serán distintos uno de otro.

El público más modesto y pobre, verá como esas grandes creaciones artísticas se encuentran solo al alcance de la clase más privilegiada. En lo que la clientela más pudiente, con el fin de exaltar la relevancia de la familia ante la sociedad, hará encargos los cuales serán empleados como una alegoría del poder y prestigio de su casa, e incluso, como un camino hacia la transmisión del pensamiento y la contemplación.

En este sentido, la percepción de lo visual jugará una parte fundamental en las personas de todas las condiciones cuando surja el final de la Edad Media en occidente, ya que, los instrumentos fundamentales como el libro y las manifestaciones artísticas empleadas para el culto diario en los oratorios particulares, sin embargo, en gran medida en los oficios diarios de la sociedad religiosa dirigida a una audiencia más amplia.

En los conventos, en el seno de las celebraciones comprendían oraciones y representaciones de aquello que leían, en las que los propios religiosos tenían una participación activa como actores. No obstante, existía una ferviente inclinación que este aspecto tiene para el entendimiento del teatro medieval, como ocuparía en las lecturas en voz alta de los escritos sagrados y el sermón en las iglesias, esto como un evidente ejemplo didáctico dirigido a las masas populares, se complementaba con las correspondientes imágenes para una mayor efectividad.

De este modo, el público formado podía ser el receptor de los saberes que expresaban los libros, en cambio que, aquellos libros sin palabras como pudieran ser las imágenes y demás formas de expresión plástica, eran medios encargados de difundir la carga dogmática que se encontraba en el medio escrito, siendo de esta manera un pilar fundamentan hacia la formación.

Como bien hemos manifestado, la importancia y utilización de las imágenes en cuanto a los muy distintos rangos sociales como cuyas finalidades se encuentran anteriormente señaladas. Haciendo de este modo un añadido de la palabra sea manifestada escrita o hablada siempre en consecuencia del soporte y el sitio en el que se expresan. Entonces, como vemos, las culturas escrita y visual, formaban un grupo el cual no se debe separar si pretendemos hacer un acercamiento al significado del arte del siglo XV.

Lo que nos permite hacer un acercamiento al significado de aquellas características como la palabra y la imagen que remiten a algo totalmente nuevo, siendo una convivencia que llamaría la atención y debate en las discusiones sociales del momento, como pudiera ser el verdadero significado de la representación en imagen, el cual, es un hecho que nos remite en la Biblia:

“No harás escultura ni imagen alguna de lo que hay arriba en el cielo, o aquí abajo en la tierra o en el agua bajo tierra. No te postrarás ante ella ni la servirás…” (Éxodo 20, 4-6).

Como podemos apreciar, el argumento de este pasaje bíblico terminó produciendo una gran discusión y polémica en la ensenada de la Iglesia, lo que ocasionaría la creación de una fértil literatura sobre la utilización y empleo del culto litúrgico en la pintura y escultura, en la que, como es de esperar los diversos pensadores y principales eclesiásticos de la época se manifestaron a favor y en contra .

De esta manera, tomamos como ejemplo, de que, en la literatura de la Antigüedad, tenemos que, Isaías escribió una Sátira contra los paganos en la que debate la naturaleza sacra de las representaciones religiosas:

“Los escultores de ídolos, todos juntos, no son nada; sus obras, que tanto aprecian, no sirven para nada… el que esculpe un dios, funde una estatua que no le sirve para nada…” (Isaías 44, 9-24).

Las diversas advertencias realizadas con base en la biblia ayudaron como medio, en la cual, los Padres de la Iglesia comenzaran a rehusar la posibilidad de servirse de las imágenes como objeto de culto. Teniendo una importancia como agente mediador entre la divinidad y el hombre no fue admitido hasta una vez finalizado el período iconoclasta. Después de este momento, la Iglesia permitirá la proliferación en cuanto a utilización de imágenes religiosas, en prácticamente obligatorio. En un Concilio realizado en Trêves en el año 1310 se estipula que, los altares consagrados serán completados con una inscripción correspondiente al santo dedicado.

Con esta visión se abrían las puertas para que las artes plásticas sigan el cauce de comunicación de lo sacro, incluso se empleará como marca diferenciadora de las demás religiones, como pudiera ser la judía. De este modo el cristianismo se convertirá en la religión de la imagen por excelencia y la tendencia de exhibiciones sagradas determinará a todas las escalas sociales, determinando, incluso el nivel de rectitud católica de sus propietarios.

En el pensamiento cristiano admite una estética por la que con el paso del tiempo ha sido asimilada por la más primaria filosofía cristiana, mas no por sus modos. De esta manera persiguiendo los parámetros neoplatónicos que convergen en la caída de todo material sensible o seductor para el alma humana, herramientas como la búsqueda del común en nosotros, para desconectarse del mundo. Este camino guiaría hacia el intelecto más puro. De este modo el modelo cristiano, asignado con el deseo tendría un grado pasivo haciéndose más virtuoso e inflexible que el ideal platónico. Terminando de una manera en la que la vida sensible deba acabar el placer producido por lo bello y sensual que hay en la naturaleza.

En santo Tomás podemos encontrar la sugerencia de la limitación al goce sensible al deleite intelectual, pero, en san Agustín nos permite mantener cierta medida de sensibilidad. Siendo esta de carácter moral, que, elimina el componente sensible, en lo más profundo de su metafísica interior, alberga al cristianismo en cuanto que la religión pueda admitir una estética y un arte, incluso, los métodos con los que su visión metafísica debe desarrollarse en la vida, descartando el arte y la estética de dicha concepción.

En cierta medida con la influencia cristiana en la Edad Media europea, se da importancia a la luz, como fuente primaria de todo, así se apodera de un vínculo con el simbolismo. Como sucedería con las iglesias románicas, cuyos interiores en oscuridad estimula hacia la contemplación y abstracción, mientras los templos góticos, establecerían por excelencia la luz como evocación de la divinidad, siendo esta manifestada por la luz coloreada que traspasa las vidrieras y su rica decoración, convirtiendo de esta manera las iglesias góticas en la viva imagen de una Jerusalén Celestial la cual describe San Juan en el libro de Apocalipsis:

“El ángel me llevó en espíritu a un monte grande y encumbrado, y me mostró la ciudad de Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. La cual tenía la claridad de Dios, cuya luz era semejante a una piedra preciosa, a piedra de jaspe, transparente como cristal. El material del muro era de piedra jaspe; más la ciudad era de oro puro, semejante a cristal puro. Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados con toda suerte de piedras preciosas. El primer fundamento era de jaspe. El segundo de zafiro; el tercero de calcedonia; el cuarto de esmeralda; el quinto de sardónica; el sexto de sardio; el séptimo de crisólito; el octavo de berilo; el nono de topacio; el décimo de crisoprasa; el undécimo de jacinto y el duodécimo de amatista. Y cada puerta estaba hecha de una de estas perlas, y el pavimento de la ciudad era de oro puro como cristal transparente. Y la ciudad no necesita sol ni luna que la alumbren en ella porque la claridad de Dios la tiene iluminad”. (Apocalipsis 21; 10-11; 18-23). 

27 April 2021
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