Comentario: Epístolar, Satírica Y Censoria

Introducción

Francisco de Quevedo, como se menciona en otros trabajos, pertenece a una familia aristócrata por lo que está estrechamente vinculado a la corte. Ello le permitió observar de primera mano los tejemanejes políticos y públicos en los que se involucra activamente y aborda desde una perspectiva muy crítica; lo cual le ha valido su fama y la leyenda que circula en torno a ella.

Estudió teología en Valladolid y Alcalá, sus conocimientos en muchas ocasiones chocan con el auge de los pensamientos científicos que se produjo en Europa; aunque lejos de declinarlos intentó comprenderlos, estudiarlos, analizarlos críticamente. Lo que, sumado a la tambaleante situación política, podría explicar las contradicciones que a menudo observamos en Quevedo. 

Desarrollo

Una figura que no fue de pensamientos estáticos, sino que fue variando a medida que envejecía, y que veía un refugio del absurdo y convulso, así como una herramienta de batalla, la literatura. Hizo escritos que abarcan todos los ámbitos públicos y políticos, así como se manejó dentro de diversos estilos literarios.

Sus letras enrevesadas, burlescas e ingeniosas le han valido el título de máximo exponente del Siglo de Oro español dentro del Barroco. Periodo en que, pese a coincidir con una etapa política en decadencia y una palpable crisis que se extendió por varios ámbitos, se produce un esplendor en la cultura y arte de los territorios hispanos.

Comentario del texto

Podríamos remontar los orígenes de la epístola renacentista al hallazgo por Francesco Petrarca de las “Epistulae ad-familiares” de Cicerón, las cuales muestran una versión más personal e íntima del político, jurista y filósofo romano. Durante el renacimiento, que abarca principalmente desde el siglo XV al XVI el estilo epistolar se pone de moda. Y el auge del humanismo impulsa la creación de un modelo propio de escritura de cartas en la modernidad como medio para impulsar e intercambiar la ebullición de pensamientos que surgen en este momento.

En este caso, vemos este estilo epistolar entremezclado con el característico temperamento satírico y ojo crítico de Quevedo; quien, como se ha mencionado en otros trabajos, es un personaje que se desarrolla en un mundo cambiante y convulso, donde continuamente se producen choques de ideas y culturas. Un mundo que le cuesta asimilar y contra el que carga duramente a través de su escritura ya sea en prosa o verso.

 Manteniéndose activamente en el centro del huracán político y social de la época, coincidente con el reinado del también ya mencionado Felipe IV y el gobierno de su ministro Gaspar de Guzmán, a quien dirige esta misiva. Encontrándonos, lejos de ese retrato íntimo que pretende del género epistolar, una carta predominada por el aspecto satírico e inundado de la nostalgia y descontento que padece Quevedo.

El escrito podría tomarse como una clara revelación del pesimismo inquieto y desengaño del autor del Siglo de Oro. No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente, silencio avises, o amenaces miedo. La carta inicia con una dura crítica contra la censura de una verdad, que para él, es el lenguaje de Dios y siempre sale a la luz aunque se intente silenciar porque, como el mismo dice, es la lengua de Dios y nunca calla que es lengua la verdad de Dios severo y la lengua de Dios nunca fue muda.

A través de su característico lenguaje enrevesado y elementos retóricos, muestra el descontento y la pena por la decadencia que observa y palpa en la sociedad en la que se inserta. Lamenta la pérdida de las, podríamos decir, viejas glorias castellanas que ahora caen en manos de una corte, bajo su juicio, de una Corte corrompida por los vicios y pérdida de costumbres, y de una sociedad que imita sus pasos. 

Con asco entre las otras gentes nombro Al que de su persona, sin decoro, más quiere nota dar que dar asombro. Se muestra a sí mismo como un desengañado conocedor de la realidad en cuya mano está el deber de advertir todos los males que acechan la estabilidad de la Corona, que empieza a derrumbarse.

Conclusión

De hecho, cierra su carta apelando a la figura de Pelayo, conocido por frenar la expansión musulmana por el norte y quien se lanza a lo que tradicionalmente indebidamente se ha llamado como “reconquista” de la Península Ibérica y que finaliza con los Reyes Católicos, diciendo así en uno de sus versos: Que habéis de restaurar más que Pelayo. 

Quizás Quevedo evocó esta figura que comenzó la estructura de la organización política de la Península, como una crítica y advertencia de la necesidad de un cambio o reforma para la supervivencia de una entidad política que empezaba a mostrarse coja. En definitiva, nos encontramos con una particular epístola satírica, muy propia de este autor, quien nuevamente se las ingenia para mostrar su descontento, desengaño, y crítica de una sociedad y política en plena decadencia con su agudeza e ingenio lingüístico.

17 August 2021
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