El Voto Femenino En El País De Chile

INTRODUCCIÓN

La lucha por la adquisición plena de derechos políticos para las mujeres se dio con inmensa fuerza durante el siglo XX, tanto en Chile como en el mundo. No obstante, el feminismo y la actividad política se presentaron con mucha anterioridad, al menos en nuestro país.

En Chile se produce un fenómeno muy especial, que lo diferencia de gran parte del mundo. Las trabas y obstáculos a los que se enfrentaron las mujeres para acceder al derecho a voto fueron puestas por los grupos anticlericales que veían en ellas una amenaza al aumento del electorado conservador. Por el contrario, la Iglesia católica se relacionó íntimamente con las mujeres de clase alta desde el S. XIX y apoyaron con vehemencia a mujeres pobres y desprotegidas a través de la caridad y beneficencia.

En 1934 consiguen el derecho a votar y ser candidatas para elecciones municipales. 15 años después y tardíamente en el contexto latinoamericano, se amplió su derecho a voto para elecciones parlamentarias y presidenciales.

Comúnmente son aquellos últimos datos los que manejamos con respecto a los derechos políticos otorgados a la mujer, pero poco o nada sabemos en realidad como sociedad de la lucha que hubo detrás y de la importancia que tuvieron en su época mujeres líderes como Amanda Labarca, Elena Caffarena y Adela Edwards de Salas, separadas por una ideología, pero unidas por un mismo fin.

El principal problema es que el voto de la mujer se asocia como un logro más de los gobiernos de Arturo Alessandri y Gabriel González Videla, lo que impide comprender la magnitud de lo que realmente significó este hecho en Chile.

A nuestro parecer, la lucha feminista por los derechos políticos de la mujer es digna de ser reivindicada y es por ello que en este trabajo analizaremos el proceso histórico que abrió camino al voto femenino en Chile.

Contextualización

Lo primero que se debe tener en consideración es el contexto mundial en el que surge el voto femenino. Existen países muy adelantados a su época y otros que, extrañamente, postergaron largamente este derecho. Lo interesante, además, es considerar que los derechos políticos de la mujer no van necesariamente de la mano con sociedades o países más desarrollados.

Nueva Zelanda hizo historia en 1893 y el movimiento feminista, liderado por Kate Sheppard, logró que las mujeres pudiesen votar sin restricciones. Sin embargo, la posibilidad de ser electas y ocupar cargos políticos se dio en 1919. Aún así, este país es pionero en la materia.

En América Latina, Uruguay destaca por sobre el resto de los países. En 1927 permitieron a las mujeres votar en la localidad de Cerro Chato y en 1938 posibilitaron su participación en las elecciones nacionales.

En 1929 Ecuador permitió votar a las mujeres que pudiesen acreditar una serie de facultades y en 1967 ampliaron el derecho eliminando las restricciones. Por otra parte, Brasil acogió un proyecto de ley de Bertha Luz en 1932 y dos años después otorgó el voto femenino sin limitaciones.

Uno de los países más atrasados en la materia fue Suiza, nación en que la lucha feminista fue ardua. Recién en 1991 se otorgó el derecho político pleno a las mujeres.

Caso chileno

La primera vez que las mujeres entraron a opinar abiertamente en la política chilena fue durante la Cuestión de Sacristán en 1856. Aquello puesto que el género femenino se vinculó muy fuertemente a la Iglesia católica, por lo que las mujeres más conservadoras y que poseían un mejor estatus económico se sintieron con el deber moral de resguardar los intereses de la iglesia. Defendieron arduamente al Arzobispo Valdivieso, quien además estuvo siempre muy involucrado en la educación femenina. 

El interés político de la mujer chilena se fue dando de la mano con el progreso social del cual formaban parte. Junto a la Iglesia contribuyeron tempranamente a la educación de los sectores femeninos más desprotegidos. Aquellas que provenían de la clase alta hacían importantes donativos para levantar y llevar a cabo sus proyectos

El respaldo de las mujeres era realmente muy importante. De hecho, una vez que el Estado decidió hacerse cargo de la educación ellas retiraron su apoyo económico y se fueron junto a la Iglesia para hacer notar que, por sí solo, el gobierno no poseía los recursos necesarios para realizar cambios sociales radicales tal como lo hacía la Iglesia católica. 

En el S. XIX eran ya muy organizadas. Existía la Sociedad de Señoras para la Caridad Cristiana, Sociedad de Beneficencia de Señoras, entre otras. Juana Ross de Edwards fue la mujer más importante en esta época pues en 1878 era la persona más rica del país, por lo que sus donativos significaron realmente mucho para el progreso de la caridad femenina. 

Empoderadas con la misión social que llevaron a cabo continuaron además con su propio quehacer político. En 1865, mientras se discutía la libertad de culto, surgieron publicaciones semanales del Eco de las señoras de Santiago, las cuales se oponían fervientemente a la posibilidad de que grupos no católicos abrieran iglesias en Chile. Estas publicaciones formaban parte de El Independiente, Diario del Partido Conservador que acogió con gusto las quejas femeninas por ser parte de la oposición.

En 1874 hubo una modificación a la ley que permitió el derecho a voto a “chilenos” adultos que supieran leer y escribir. Curiosamente, la acepción chilenos incluye tanto a hombres como a mujeres, por lo que muchas de ellas se presentaron para inscribirse en los registros electorales. De hecho, por ejemplo, la Junta Calificadora de San Felipe inscribió a una mujer y la Junta de La Serena inscribió a mas de ocho. Estas noticias causaron mucho revuelo en Santiago, pero la justificación de las provincias era que las mujeres efectivamente cumplían con los requisitos y habían sido autorizadas por sus maridos.

Esta intención se consideró por parte del gobierno como una estrategia del Partido Conservador por volver al poder, por lo que en 1884 el Congreso prohíbe expresamente el voto a la mujer. Los anticlericales estaban de acuerdo en otorgar cualquier clase de derechos civiles, pero jamás el de sufragio, por lo menos hasta que estuviesen seguros de que los votos no irían al bloque conservador.

Ya en 1890 las mujeres católicas comenzaron una lucha con las anticlericales y aumentaron la cantidad de obras sociales que hacían para poder cautivar mucho más a su género. Se enfocaron abiertamente en temas de prostitución, abusos sexuales, protección a la infancia y vejez femenina, formación de sindicatos, entre otros. En 1912 crean la Liga de damas chilenas que cooperó arduamente con esta tarea.

Amanda Labarca era la indiscutible líder feminista del Partido Radical. En 1919 creó el Consejo Nacional de Mujeres que tenia como objetivo reivindicar a la mujer dentro de la sociedad. Era reconocida mundialmente por luchar incansablemente por el voto femenino de chilenas y latinoamericanas. 

Adela Edwards de Salas (nieta de Juana Ross de Edwards) quería conseguir los mismos derechos políticos, pero al ser Amanda miembro del Partido Radical generó rivalidad con Adela, quien era evidentemente muy conservadora. Por tanto, esta segunda líder feminista apuntó hacia una nueva dirección que era la mejora del salario de las mujeres. Al igual que Labarca creía que no había diferencias entre el hombre y la mujer, pero iba más allá al considerar que eran ellas quienes sostenían a la familia y por ello debían tener acceso a un salario mínimo y a una igualdad de ingresos con sus pares masculinos. Con aquellas ideas en mente consiguió muchos seguidores, pero también una gran cantidad de detractores contra los que tuvo que lidiar eternamente.

En 1931 Carlos Ibáñez introdujo en Chile un decreto ley que permitía el voto femenino en elecciones municipales con la restricción de poseer una propiedad. Sin embargo, nunca se llevó a la práctica porque no hubo elecciones durante ese período. Al regresar Alessandri al poder se vio presionado fuertemente, sobre todo por grupos de izquierda que deseaban eliminar el requisito de la propiedad para evitar la discriminación hacia las mujeres más pobres. En 1934 se aprobó la Ley N° 5.357 que permitió a las mujeres votar y ser escogidas en elecciones municipales, siendo la primera en 1935.

Evidentemente, quienes estaban liderando el movimiento feminista fueron las primeras en inscribirse y postularse a los cargos. Las mujeres del Partido Conservador, como Adela Edwards de Salas, obtuvieron casi la mitad del total de votos. Además, en Santiago consiguieron mayoría pues las mujeres que durante aquellos años habían sido beneficiadas por sus obras sociales y de caridad les manifestaron preferencia y lealtad.

Aquello no es de extrañarse. Adela Edwards dirigía la Cruz Blanca y en 1918 publicó un artículo en el que defendía con mucha fuerza su proyecto de protección a la infancia femenina; pretendía rescatar a las niñas vulneradas y perturbadas de los conventillos y crear un Asilo en el que pudiesen formarse, educarse y aprender un oficio que les permitiese llevar una vida digna. Edwards rechazaba tajantemente a los hombres que no estaban de acuerdo con sus ideas pues creía que las mujeres tenían las mismas capacidades intelectuales para poder comprender que se debía o no hacer en la sociedad. Además, ella hizo una crítica política muy fuerte hacia la clase dirigente por descuidar y no hacer frente a la cuestión social.[footnoteRef:2] (Edwards, 1918) Ayudo a politizar mucho a su género.

El gran alcance que obtuvo el Partido Conservador en el electorado femenino asustó a los otros partidos políticos. Pedro Aguirre Cerda creía en esos años que otorgar el derecho pleno a voto a las mujeres no sería posible porque no era el momento adecuado. Cuando él efectivamente llegó a ser presidente, las mujeres se inclinaron mucho más por el Partido Radical y el poder conservador disminuyó. Por ende, el presidente envió al Congreso un proyecto de ley redactado por Elena Caffarena y Flor Heredia, dirigentes del Movimiento por la Emancipación de Mujeres en Chile (MEMCH) y que tenía por objeto otorgarles derecho a voto para elecciones nacionales. Sin embargo, Aguirre Cerda murió y su intento se fue con él a la tumba.

Uno de los hombres realmente destacables en esta lucha fue precisamente Pedro Aguirre Cerda, quien fue abierto al diálogo con destacadas mujeres como Gabriela Mistral y Elena Caffarena, mencionada anteriormente. De hecho, algunos consideran a Caffarena como la feminista más importante del país, sin embargo, murió sin recibir homenaje alguno por todos sus años de lucha y esfuerzo por la emancipación femenina y la mejora de la situación obrera. 

A medida que comenzaron a inscribirse más mujeres para votar, partidos de izquierda, especialmente el Partido Comunista, lograron captar una mayor preferencia. Aquello se vio reflejado en las elecciones municipales de 1944 y en 1949 el gobierno decidió tomar medidas en el asunto y dictó una nueva ley que permite el sufragio femenino universal. Gabriel González Videla retomó el proyecto de Aguirre Cerda y Caffarena y lo volvió parte de su gobierno. (Memoria histórica, s.f) Peor aún, días después de la aprobación del voto femenino, se suspendieron los derechos civiles de Elena en virtud de la “Ley Maldita” pues se le consideraba comunista, pese a ser anarquista y no vincularse a ningún partido político. (Memoria chilena, s.f)

En 1952 por primera vez las mujeres pueden votar para la elección presidencial. Su peso electoral se hizo sentir con fuerza desde ese momento y hacia el futuro.

En 1950, antes de escoger presidente, las mujeres votaron para elecciones del Congreso, donde ganó Inés Enríquez Fröden, primera diputada en la historia de Chile, quien coronó una ardua lucha. Por fin las mujeres podrían ser parte del proceso legislativo y ver materializados sus sueños de mejorar la condición social de los sectores más desprotegidos de la sociedad.

CONCLUSIÓN

Una vez que se conocen los antecedentes de la lucha feminista es imposible seguir considerando el voto femenino como parte de una política pública más de Alessandri y Gabriel González Videla. Fueron las mujeres quienes lucharon arduamente por ampliar sus derechos políticos, sin miedo y sin vacilar ante la negativa masculina.

El único presidente que se interesó realmente fue Pedro Aguirre Cerda y por desgracia no es su gobierno al cual se le atribuye el sufragio femenino. De haberlo conseguido, es probable que hubiese enriquecido la cultura del país pues hubiese puesto en alto a las mujeres que cooperaron para conseguirlo, como Elena Caffarena.

La mujer chilena no fue sumisa social ni políticamente, defendieron arduamente sus ideales. Aun las más católicas dejaron de lado el tabú y el doble discurso moral para poder acercase y ayudar a sus compañeras más desprotegidas. Adela Edwards de Salas no sentía pudor de estar con prostitutas porque no atribuía a ellas la culpa de su condición sino al gobierno negligente por no protegerlas y cuidarlas.

Quienes eran católicas debieron enfrentarse a una suma de obstáculos que se les imponían por ser parte del bloque conservador. Las anticlericales, por su parte, debieron levantar su propia bandera de lucha y mantenerse unidas cuando se les criticaba de destructoras de la sociedad y la familia. Sin embargo, todas se armaron de valor y continuaron peleando por formarse un espacio en la sociedad y política chilena.

Se coronaron con la obtención del sufragio femenino, es imposible verlo de otra forma. Las mujeres adquirieron los derechos políticos que tanto deseaban y, al menos en ese aspecto, lograron equipararse a la altura del hombre dejando de manifiesto que no eran intelectualmente inferiores a ellos. Comenzaron a participar de una sociedad realmente democrática y legítima, que antes solo creaba leyes por y para hombres y que luego paso a representar a la sociedad en su conjunto. El logro de la mujer chilena no fue solo para su género, permitió el progreso de un país entero, sin distinción de sexo, edad ni raza.

  • Referencias Bibliográficas
  • Maza Valenzuela, E. (1995). Catolicismo, anticlericalismo y la extensión del sufragio a la mujer en Chile. Estudios Públicos, 58. Pp 137-197.
  • Edwards Salas, A. (1918). La Cruz Blanca. Congreso Mariano Femenino. Pp 319-327.
  • Eltit, D. (1994). Crónica del Sufragio Femenino en Chile. Santiago, Chile. Patrocinado por el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM).
  • Voto femenino. Memoria Chilena, Biblioteca Naconal de Chile. Rescatado de: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-93508.html
  • Elena Caffarena (1903-2003) – Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile. Rescatado de: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-100606.html
  • Amanda Labarca – Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile. Rescatado de: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-92516.html
  • [bookmark: _Hlk13040235]Smink, V. (5 de octubre de 2013). 5 precursoras del voto femenino en América Latina. BBC. Rescatado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/10/131018_100_mujeres_bastiones_feminismo_vs
  • Las sufragistas chilenas: El día que un grupo de mujeres logró el voto femenino en nuestro país. (08 de enero de 2019). CNN Chile. Rescatado de: https://www.cnnchile.com/pais/las-sufragistas-chilenas-el-dia-en-que-un-grupo-de-mujeres-lograron-el-voto-femenino-en-nuestro-pais_20190108/
  • Ley de Sufragio Femenino Universal. (s.f.). Memoria Histórica – Cámara de Diputados. Rescatado de: https://www.camara.cl/memoria/hito.aspx?prmHITOID=21
22 October 2021
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