Globalización y Su Efecto en La Población y El Individuo

La globalización es, a grandes rasgos, el proceso en el que el individuo se percata de las múltiples facetas de la humanidad y las empieza a integrar en su propio estilo de vida. Si bien antes apenas tenían una idea imprecisa de cómo se trataban aspectos socioculturales, políticos y económicos, con la venida de la globalización, esta perspectiva resultó nítida y accesible para las personas.

Este proceso no se da de forma homogénea, se vive de distinta forma en cada sociedad. Llegó como iniciativa de los países más desarrollados y desde ahí se empezó a dar progresivamente alrededor del mundo. Con la comunicación cada vez más estrecha, los grupos humanos que antes poseían su única realidad e intereses, ahora compartían ambas como humanidad.

El individuo común percibe la globalización como la aproximación de aspectos icónicos de otras culturas dentro de la suya. Se cree que la consecuencia de este proceso es ver franquicias, marcas y productos extranjeros al alcance de la mano. Sin embargo, desde hace mucho estas dejaron de ser las únicas implicancias de la globalización.

La reestructuración que implica este asunto llega más lejos que antes; la interdependencia que generó causa que el poder que previamente cada nación poseía sobre sí misma se vuelva difuso. Ahora sus decisiones son determinantes para otros países y, asimismo, las decisiones de otros países pesan en ella.

En esta dinámica de poder, los países con más recursos y más manejo son los más influyentes. Por ejemplo, la bolsa de valores de Estados Unidos llega a afectar a mucha gente cuya economía está relacionada a ellos. La alteración de una propiedad puede generar una reacción en cadena con consecuencias sumamente gigantescas.

El individuo ya posee la capacidad de percatarse de las acciones alrededor del mundo y de sus consecuencias, pues estamos en el siglo de la comunicación e información masiva. El hito que marcó el inicio de este es la expansión de internet para uso común, ya que abrió la perspectiva de todo el mundo, dando una imagen completa y a tiempo real de los acontecimientos globales. Ya para 1996, internet tenía 10 millones de usuarios.

El concepto del mundo sobre la persona es ahora titánico y a la vez el futuro es incierto, pues el control está en las acciones de las distintas naciones con las que comparten lazos. En este punto no solo existen nuestros problemas como nación, sino también somos conscientes de los problemas que afrontamos como humanidad en conjunto y el poco o nulo esfuerzo en solucionarlo.

La globalización implica compartir los mismos problemas, pero no necesariamente compartir las soluciones. Pese a tener el conocimiento de lo que sucede, el problema interno de un país sigue existiendo. Sea por ser un país en vías de desarrollo, con corrupción desmedida u otros imposibilitadores, se ve truncada la capacidad de asumir protocolos para combatir problemas de escala global, por ejemplo, la contaminación. Nunca antes en la historia de la humanidad se ha requerido del esfuerzo de tantos para lidiar con los problemas.

En el esfuerzo por satisfacer las necesidades económicas, la humanidad se va dejando de lado a sí misma pues se enfoca en la eficacia, determinando con esta el valor de una persona. Esto la compromete con la eficiencia, la gestión y la productividad a cualquier costo. Entonces el aspecto subjetivo del ser humano se ve como un estorbo, por no ser mensurable como parte de un proceso económico. Esto suele ser la causa de que las carreras de humanidades son menos consideradas y la educación se centra en la utilidad especializada. Así el ser humano es visto como una cifra o un producto al que hay que sacarle el mayor provecho económico. Se descartan los efectos que la idea de rechazar lo subjetivo que plantea este sistema puede tener sobre el sentido de la vida, la felicidad, el bienestar o la dignidad humana.

Las potencias mundiales, con su respectiva cultura occidental, buscan que las naciones se abran a sus ideas de libertad y progreso, dado que ellas tienen dominio económico y político. Entonces imponen una especie de “libertad estándar”, donde todo el que busque ser libre debe rechazar los aspectos de su propia cultura que se consideran desfasados y resaltar los aspectos que la hacen eficiente. Se imponen valores para buscar mejores índices de productividad, sin importar nada más.

El arte, la nación, la filosofía y la religión pierden su lugar como elementos de identidad para los individuos. Ese lugar es ocupado por un nuevo sentido y un nuevo sueño donde la tecnología soluciona todos los problemas. Por lo tanto, la idea de progreso humano se sustituyó por la idea de progreso tecnológico implantada por la civilización occidental, cuyo significado es el progreso en la diversidad y calidad de las aplicaciones técnicas y cuyo objetivo es adaptarnos a las exigencias de una sociedad que busca reforzar una industria para mantener su poder.

En este mundo interconectado y sometido a una batalla política y económica de proporciones mundiales, la cultura y la identidad se ven fragilizadas y desplazadas. En estas circunstancias las culturas se mezclan, se hibridan y se seleccionan en base a las que tienen capacidad de ser comercializadas. La parte más atractiva de una cultura se convierte en un patrón de consumo, se ve fagocitada por la industria para su posterior explotación y banalización.

El individuo ocupa el rol de productor y consumidor en esta sociedad que exige un ritmo acelerado de producción y una necesidad de consumo excesivo. Esta última es la que sostiene a la industria del sobreconsumo, la cual ofrece múltiples opciones de consumo y las presenta como un buffet de sensaciones. El consumidor se ve en la posición de eterna insatisfacción, lo que le crea la necesidad de probar todos los estímulos que pueda.

La industria cambió su forma de presentarse. Ya no vende un producto en función de la necesidad del individuo; vende el producto apelando a las emociones, lo vende junto con una experiencia, lo vende como una señal de estatus, como una forma de vida que se debe exponer.

Incluso dentro del ámbito de descanso del individuo, este suele mostrar el consumo de experiencias novedosas y liberadoras, publica material en redes más de lo que aprecia en el transcurso de su descanso y hace notar que su tiempo de ocio es productivo e interesante. Todo esto con el afán de destacar que su vida no es monótona y aburrida en las redes sociales, siendo estas un sustituto que se usa para rellenar esa sensación de soledad y no sentirse como desconocidos ante el mundo tan vasto del que internet y la globalización nos hicieron espectadores y partícipes. La socialización dentro de las redes está corrupta por una competencia global por atención, donde el individuo se ve en constante necesidad de ser más llamativo que la foto de vacaciones de alguien o las publicaciones divertidas de otra persona. Esta constante exposición y comparación a la que el individuo recurre a diario causa una percepción distorsionada de este y le despierta más inconformidad sobre los productos que tiene y los productos que quiere tener.

Los productos de consumo se venden como parte de la nueva identidad, cada marca y franquicia busca representar una cualidad específica que represente lo que el cliente quiere aparentar. La personalidad ya no solo se determina por el aspecto intrínseco del individuo, sino que se puede adquirir por medio de las cosas que compras.

El consumidor tampoco se percata ni quiere percatarse de dónde viene la variedad de productos que están a disposición, y ahí es donde la industria se aprovecha de las regiones con más necesidad de movimiento económico. Por ejemplo, la industria chocolatera produce un aproximado de 60 mil millones de dólares, importando cacao de Costa de Marfil y otros países africanos. Para conseguir precios bajos por la materia prima, pagan 2 dólares diarios a sus productores de cacao que, a su vez, recurren a la explotación laboral infantil para sacar ganancias de su escasa paga. La búsqueda de la satisfacción lleva a que no importe si se deshumaniza al que realiza la producción o si sus condiciones de trabajo conlleven al aplastamiento de la dignidad humana.

El abuso ahora está disimulado por la fachada de la civilización, dado que muchas estructuras de la sociedad no obedecen a las verdaderas necesidades del individuo. En el caso de la arquitectura, las ciudades industriales brindan condiciones de hacinamiento o segregación; la propia ciudad deja en claro que el ser humano es una herramienta para el desarrollo económico.

La globalización como proceso expone la humanidad a una condición extraña para cualquier especie: exige un reajuste de perspectivas, logra que las acciones conlleven consecuencias que afectan a gran escala y causó una difusión y un desequilibrio de poder que nos deja a merced de intereses de grupos exclusivos. En esta transición, se ofrecen diversas posibilidades de modificar o reemplazar aspectos que correspondieron al siglo pasado. El conocimiento de verse tan pequeños ante un mundo tan vasto hace que se busque la singularidad, necesidad que, lamentablemente, puede ser aprovechada por potencias para mover sus ejes económicos.

Encerrado en esa búsqueda del yo, el individuo llega a perder la noción del otro. Ante la avalancha de información sin filtro, producto de internet, se insensibiliza sobre los acontecimientos que se dan con las personas que tienen que cumplir con la cuota de producción para abastecer a esta máquina de consumo y deseo eterno que mueven los poderes. Por el discurso de liberación personal, forma sus relaciones por cuestiones de utilidad y se mueve de forma individualista, buscando no comprometerse con los problemas sociales, pues sobrepasan de sus propias preocupaciones.

El individuo no se sentirá afectado hasta que la realidad no llegue a él. Por poner un ejemplo básico, un ciudadano de alto nivel económico puede sentir indiferencia ante los problemas de la gente pobre, pero tarde o temprano llegará a él la delincuencia organizada que se nutre de las poblaciones marginadas. Así que el intento de reducir o aislar el problema lo solucionará poco o nada.

Estas ideas expuestas solo son una pequeña parte de todo el conjunto de causas y consecuencias que acarrea la globalización. El mundo dejó de ser simple de explicar y no hay que hacer el esfuerzo por reducir la realidad para entenderla. Hay que comprenderla tal como es para poder persistir a ella. ¿Y cómo se puede lograr esto? Mediante la multidisciplinariedad; dado que un problema en la actualidad puede ser inducido por diversos factores y la integración de disciplinas es el mejor método que se puede usar para describirlo.

De aquí en adelante entendemos que las soluciones para el desafío que conlleva la globalización ya no son ni serán sencillas. Esto es algo que el individuo no suele comprender, por lo que acaba sumándole popularidad a ideologías o discursos sociales con explicaciones reductivas pero reconfortantes para el que las oye. Solo queda esperar que el individuo actúe de forma crítica y deje de lado la comodidad de su ignorancia, donde parece estar esperando plácidamente mientras los problemas no le afecten personalmente.

10 October 2022
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