Intervención De La Ayuda Del Trabajo Social

Introducción

Natalia Rodríguez Valladolid es diplomada en Trabajo Social y funcionaria del Ayuntamiento de Logroño correspondiente a la unidad de Trabajo Social. Ha recibido formación acerca de la violencia de género, pedagogía queer e inteligencia emocional con perspectiva de género. Además de especialista en maltrato y abuso de menores. Fue vicepresidenta del Colegio de Trabajadores Sociales de La Rioja durante años, coautora de diversas investigaciones y ha presentado comunicaciones en numerosos congresos relacionados con la intervención social.   

El artículo científico De la Relación de Ayuda en la Intervención Social se encuentra en la Revista de Trabajo Social y acción social. A través de dicho artículo la autora pretende examinar como la relación de ayuda dirigida al éxito de la intervención social tiene plena influencia en la disciplina del Trabajo Social. Para ello, realiza un acercamiento de lo que constituye la relación de ayuda por medio del análisis de cuáles son los elementos que la conforman y median en ella y cuál es el momento adecuado a partir del cual se habita.  

Para llevar a cabo tal análisis, se ha partido de la fundamentación teórica de los paradigmas centrados en la persona, los cuales han posibilitado una visión global de la relación de ayuda interrelacionada con los resultados finales de una intervención: la persona como un ser relacional, partiendo de la base de que es inherente a su condición de ser humano y que necesitamos de otros para nuestra realización personal.

Desarrollo

 La intervención centrada en la persona desde un punto de vista no directivo resaltando la participación del/la usuario/a; el interaccionismo simbólico como potenciador del surgir del yo a través del vínculo del individuo con el medio social; y la comunicación como eje central de toda relación. Tras profundizar en los distintos paradigmas se llevó a cabo la realización de un estudio cualitativo a diversos trabajadores sociales y psicólogos por medio de entrevistas semi estructuradas en profundidad acerca de este tema.  

La autora recoge los resultados estructurándolos en los siguientes capítulos: de la relación interpersonal a la relación como tratamiento; entre la dependencia y la igualdad; el éxito de la intervención social como elemento subjetivo; más allá de la relación, el poder y el querer en el usuario; en la barrera de la subjetividad y; la riqueza de la miseria humana.  

En el primer capítulo, De la Relación interpersonal a la relación como tratamiento, la autora resalta la existencia de la relación de ayuda a causa de la necesidad que surge en el ser humano de relacionarse con otros para llevar a cabo su realización personal. Así mismo, específica que es de ayuda debido a que el objetivo que se persigue mediante el fortalecimiento de esta en la intervención es cubrir las necesidades que la persona usuaria presenta, así como las detectadas por el/la trabajador/a social para ir en la consecución de unos objetivos posteriores.  

Destaca que establecer la relación de ayuda, así como promover su mantenimiento, es un proceso complejo por la presencia de una serie de variables relacionales. Al establecer una relación profesional entre el propio trabajador/a social y el/la usuario/a, se asienta la relación personal, puesto que son dos personas, sin la condición de profesional, que se influyen recíprocamente y constituyen el “entre-dos”, de forma que ambos quedan afectados por esa relación. El uno y el otro se encuentran impregnados de emociones, de pensamientos y de valores que van a percibir.  

Para constituir una adecuada relación de ayuda es necesario la utilización de diversas técnicas y habilidades tanto profesionales como personales como son: la empatía, la aceptación, la escucha activa, el no juzgar, la honestidad, el respeto del ritmo de la persona usuaria, el secreto profesional, confianza, la calidez, el establecer una serie de límites, el tratar a la persona como un ser único y, el control de las contratransferencias.  

Además, una de las funciones del/la profesional es de promover y, en su caso, potenciar la motivación del/la usuario/a hacia el cambio. Se trata de dotarle de instrumentos para que la persona vaya dirigida a ser una persona autónoma. A través de la orientación que le ofrece, el acompañamiento, y las técnicas expresivas y reflexivas, la persona debe ir empezando a trazar los cambios que su situación precisa. 

En el segundo capítulo, Entre la dependencia y la igualdad, considera que el vínculo que se forma a través de esta relación de ayuda debe ir dirigida a su posterior desvinculación en la planificación técnica y con el/la propio/a usuario/a. Toda intervención debe desencadenar en la autonomía de la persona evitando que se generen relaciones de dependencia. 

En un principio, la relación es asimétrica, ya que las posiciones de ambos no son igualitarias porque el/la profesional desempeña un poder y se sitúa en una posición de ayudar al que asiste por un servicio. Pero esta situación se revierte en cuanto a que la persona ya no demanda nuestro apoyo y atención.   También destaca que es importante que actuemos desde la neutralidad, evitando sumergirse completamente en la subjetividad que supone establecer la relación de ayuda, determinando una limitación temporal trabajando con el duelo que supone ponerle un fin, así como los sentimientos que se producen tras esta.  

En el tercer capítulo, El éxito de la intervención social como elemento subjetivo, señala la importancia de respetar la autodeterminación de la persona como eje de la participación en su proceso de cambio. Eso sumado a la responsabilidad profesional, se deriva en el consenso del plan de trabajo con el/la usuario. Paralelamente, el/la profesional ha de realizar un ejercicio de reflexión, de autoevaluación, de analizar sus actitudes y su quehacer profesional, así como del/la propio usuario/a que puedan dificultar la construcción de una adecuada relación de ayuda. 

De esta manera, tendrá que tener presente variables externas como son el contexto institucional o el contexto familiar.   De este modo, el/la trabajador/a social debe de potenciar la participación de la persona haciéndole saber que él/ella en un instrumento que se encuentra a su disposición para su cambio mediante una actitud de disposición por conocerle y una implicación de compromiso.  

En el cuarto capítulo, Más allá de la relación, el poder y el querer en el usuario, expone tres elementos necesarios que han de estar presentes en el/la usuario/a para el éxito de la intervención: querer, saber y poder. El “querer” hace referencia a la voluntad de la persona de demandar ayuda para solucionar la situación en la que se encuentra. 

Para ello es conveniente no imponer una solución, sino construirla de forma conjunta respetando el ritmo del/la usuario/a. En segundo lugar, el “poder” radica en las capacidades que el usuario posee. Y por último, el “saber” alude a cómo conseguir el cambio, el cual surgirá tras la dotación de estrategias y dotándole de técnicas para potenciar sus capacidades.  

En el quinto capítulo, En la barrera de la subjetividad, señala la importancia de que en la relación se establezcan unos límites, ya que no se puede tratar al/el usuario/a de otra manera porque es una persona con la que se persigue alcanzar su bienestar. Si se sobrepasa barreras de lo profesional a lo personal se puede deformar la relación profesional quedando impregnado de subjetividad e impidiendo una intervención efectiva.  

En el último capítulo, La riqueza de la miseria humana, manifiesta que el/la profesional, tras la escucha del malestar de otra persona de forma constante, no puede dejar de quedar afectado. Las vivencias de la persona usuaria suponen un crecimiento a nivel profesional en cuanto a obtener más conocimiento en el ámbito de lo social y, a nivel personal tanto que se conocen sentimientos profundos y se observan actitudes de superación en personas que se encuentran en situación de crisis. 

Conclusión

Es decir, se trabaja continuamente con dolor ajeno que tras generar el cambio necesario produce satisfacción personal. De esta manera es imprescindible utilizar técnicas para protegerse a uno mismo así como tomar conciencia de la cercanía emocional.   En definitiva, la relación de ayuda es un elemento esencial e indispensable para la realización de la intervención social. Está relación está conformada por una relación personal y una relación profesional donde es preciso no cruzar unos límites establecidos. 

Así mismo, existe una responsabilidad por parte del/la profesional en la construcción de la realidad social y por parte del/la usuario/a en cuanto a su participación en esta. En todo el proceso de intervención el/la trabajador/a social ha de fomentar una serie de cualidades como la empatía y la aceptación y, el/la usuario/a deberá de poseer capacidad, voluntad y conocimiento del camino para el cambio. Por último, lo esencial es la instrumentalización de la relación en la consecución de unos objetivos, conociendo los límites, beneficiándose personalmente y produciendo la desvinculación para generar autonomía trabajándola desde un inicio

17 August 2021
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