La Teología Histórica Y Bíblica Del Rebautismo

Introducción

El rebautismo es una práctica aceptada en la Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD)[footnoteRef:1], generalmente es practicada en favor de los ex miembros que apostataron de la fe y desean integrarse a la iglesia nuevamente. Sin embargo hay miembros de la iglesia que desean también repetir este rito por sentimientos de culpabilidad, pecado oculto o por motivos propios de conciencia. 

Desde los primeros siglos hasta nuestros días, la iglesia cristiana ha recurrido a diversas prácticas, para reintegrar a sus ex miembros a su comunidad eclesiástica, entre ellas el rebautismo, lo cual ha generado debates, acusaciones, persecuciones y la muerte a lo largo de la historia.

En este artículo se presenta la teología histórica y bíblica del rebautismo, en el cual se muestran los inicios de esta práctica, así como sus implicaciones teológicas desde la perspectiva de la salvación.

El presente documento concluye presentando las siguientes afirmaciones principales: (1) el bautismo bíblico debe ser requerido a todo creyente; (2) se reconoce como bautismo bíblico, únicamente al que es realizado por inmersión y el cual es precedido por el arrepentimiento y la fe en Jesús. (3) el nuevo bautismo no es determinante para la salvación de las personas, pero en algunos casos es requerido para pertenecer a una entidad religiosa; (4) el rebautismo del creyente.

Polémica en cuanto al rebautismo

La Unión Bautista del Sur de Nueva Gales, Australia, se vio envuelta en un polémico debate con sus miembros con el objetivo de quitar los requerimientos para readmitir como nuevos miembros a personas provenientes de otras denominaciones cristianas cuyo bautismo haya sido por aspersión en su edad infantil o adulta.

En las Sagradas Escrituras no hay un mandato estricto que enseñe la forma correcta de bautizar, se ha considerado el bautismo por inmersión como el ideal por lo que simboliza mejor la muerte y la resurrección Jesús, pero no necesariamente debe practicarse de esa forma. Así como no se practica con la misma exactitud la cena del Señor. Para ellos el bautismo es la obra externa de la obra que Dios opera en el corazón del creyente.

Pero hay problemas de inconsistencia hermenéutica en la práctica del bautismo cuando se toma como consideración la cena del Señor. Por ejemplo: ¿Por qué se toma jugo en lugar de vino? y ¿Por qué tomar en varias copas en lugar de una? y ¿Por qué comer panes individualmente cuando Pablo habla de un mismo pan para todos? (1 Cor. 10-11). Si se desease simbolizar más estrictamente este rito, ¿No se debería hacer estrictamente lo mismo?

Por tal razón algunas iglesias Bautistas en Nueva Gales han tenido una apertura parcial para los creyentes que llegan a su iglesia y que no fueron bautizados por inmersión. Los cuales son aceptados en sus iglesias pero con ciertas restricciones, se les ordena hacer una confesión pública de su fe para pertenecer a la iglesia, sin embargo tienen algunas limitaciones como miembros como por ejemplo el no poder votar en las reuniones oficiales de la congregación.

Sin lugar a dudas es interesante lo que ha ocurrido en las iglesias bautistas de Australia, sin embargo ¿Será esto bíblico? ¿Necesitan o no ser rebautizados estos simpatizantes?

Las persecuciones

Posterior a la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, el Espíritu Santo fue derramado a plenitud sobre los apóstoles en el día del Pentecostés (Hech. 2). A partir de ese momento el evangelio comenzó a ser proclamado rápidamente, al mismo tiempo los emperadores romanos comenzaron a perseguir a todo aquel que aceptase las buenas nuevas.

Las persecuciones hicieron que muchos cristianos apostataran de su fe, por su parte otros creyentes comenzaron a practicar numerosos y diversos pecados comprometiendo su fe esta manera.

A lo cual Tertuliano (160 – 240 d.C.)y el Pastor de Hermas consideraban que solamente se podía encontrar perdón si cometían sólo uno de los siete pecados mortales, los cuales eran la idolatría, la blasfemia, el homicidio, el adulterio, la fornicación, el falso testimonio y el fraude.

Pero luego hubo algunas modificaciones, los culpables podían conseguir remisión aún por la apostasía y aún por pecados sexuales si estos se arrepentían realmente. Los oficiales de la iglesia y aquellos que habían sido perseguidos y estaban por enfrentar la muerte a causa de su fe eran los únicos que podían otorgar el perdón y readmitir a los pecadores.

Sin embargo posteriormente el obispo Calixto de Roma (217-222 d.C.) al parecer había declarado qué ningún pecado era imperdonable, encontrando su base en las parábolas de la oveja perdida, el hijo pródigo y haciendo alusión a la iglesia como un campo con trigo y cizaña, la cual era similar al arca de Noé con diferentes tipos de animales. Esta actitud por parte de los líderes religiosos fue catalogada como de flojedad por los más rigurosos.

No obstante las persecuciones arreciaron contra los cristianos, uno de los emperadores más crueles, fue Decio Trajano (249-251 d.C.), cuya persecución en sus años hizo que muchos cristianos cedieran y comprometieran su fe.

No obstante posteriormente muchos de esos cristianos, regresaron adoloridos y arrepentidos para ser readmitidos en la iglesia. Para ese entonces el obispo de Roma Cornelio (251-253 d.C.) estaba dispuesto a admitir a los apóstatas arrepentidos, pero Novaciano (251-258 d.C.), un teólogo presbítero muy competente de origen Cartaginés con una ortodoxia impecable se le opuso y comenzó a poner requisitos éticos.

Él miraba con descontento el trato benevolente para aquellos que habían negado su fe en tiempos de persecución, consideraba que el bautismo lavaba los pecados cometidos antes de que fuera administrado y posterior a ello la persona no podía pecar, los pecados cometidos eran de carácter imperdonable.[footnoteRef:13] Algo similar al pensamiento del Pastor de Hermas quien pensaba que la salvación estaba dividida en dos partes: lo que Cristo ha hecho limpiando los pecados cometidos antes del bautismo, y lo que se debía hacer después del bautismo.Por tal razón Novaciano comenzó a rebautizar a los que querían unirse nuevamente a la iglesia.

Luego de mucha discusión sobre sí se debía o no recibir a los pecadores arrepentidos, Cipriano obispo de Cartago (249-254 d.C.), resolvería que a los que habían negado la fe era necesario mostrarle una esperanza de restauración para evitar que se volviesen al paganismo, pero se les debía imponer una penitencia.

Esta decisión fue confirmada más tarde por un sínodo en Roma realizado en el año 251 d.C. y luego un sínodo en Cartago en el 252 d.C. para luego en el concilio de Nicea determinar las condiciones de readmisión para los que habían caído.

Condiciones de readmisión – Nicea 381

A ninguno que fuera penitente en su lecho de muerte se le podía negar la comunión en la iglesia, pero a los demás se les podía hacer esperar de dos a diez años. Se formularon grados de penitencia en determinación del grado de pecado cometido, a algunos se les prohibía estar presentes en el culto público, otros podían estar después del sermón y la lectura de las Escrituras, algunos sólo después de las oraciones y otros podían quedarse a presenciar la eucaristía. La restauración y la penitencia estaba bajo la dirección del obispo, si el pecado había sido público debía de reconocerse públicamente.

Especialmente en la iglesia de Roma occidental, había un lugar donde los penitentes debían estar en pie lamentándose hasta concluir el servicio religioso, podían ser censurados a no bañarse y ayunar por algunos días.

Por su parte en Roma oriental, se introdujo la práctica de designar a un sacerdote especialmente para oír las confesiones de los que habían pecado y así fijar la penitencia y la absolución. Sin embargo ya para fines del cuarto siglo se abolió ese puesto en Constantinopla y quedó a criterio de cada persona el poder participar o no en el culto público.

El rebautismo en la Reforma

El movimiento Anabaptista, conocido como la tercera ala de la Reforma, criticó al movimiento de Reforma ya que lo consideró atascado, por lo tanto proponía un modelo alternativo que correspondiese más con el cristianismo primitivo.

Ellos rechazaban el bautismo infantil, considerando como válido el bautismo que se administraba a los creyentes conscientes, fue así como lograron su primer rebautismo el 21 de enero de 1525 cuando el ex sacerdote Jorge Blaurock le solicitó a un hombre llamado Conrado Grebel que le bautizase, el bautismo no fue por inmersión, pues la preocupación de ellos no era la forma, sino el estar consciente del acto. Todo esto desencadenó un decreto de muerte por Carlos V en 1528 d.C. y en la dieta de Spira en 1529 d.C.

Los anabaptistas abogaron por el bautismo de adulto y la profesión de fe, lo cual cambió el paradigma de la iglesia manifestándose inconformes con la práctica de la iglesia dominante y el mundo.

Objeciones al rebautismo

Muchos son los argumentos en contra de la práctica del rebautismo a lo largo de la historia, a continuación se presentan las principales creencias en torno a ello.

Para Agustín de Hipona (354-430 d.C.), “el rebautismo era innecesario, él recibía a los herejes y cismáticos, aceptaba su bautismo, y consideraba que solamente era necesario imponerle las manos para que recibiesen el vínculo de la unidad de la cual no gozaban”.

Otros aseveran que se debe conservar el bautismo, pues “es un don que no puede perder y la irreiterabilidad del bautismo era un motivo añadido para urgir a la fidelidad al unum baptisma”.

Por su parte Michael Green asevera que el “rebautismo es una tontería, […] El bautismo es una vez y no depende del arrepentimiento ni de la fe. El bautismo no es un testimonio de tu fe, nada de eso, es un testimonio de la gracia de Dios que se me acerca, me abraza, me une con Cristo y me hace miembro de su reino. El arrepentimiento y la fe no son los dones que da el bautismo, son las manos con las cuales agarramos ese don”.

Algunos, asevera Green, desean rebautizarse porque no confesaron sus pecados en su bautismo infantil o incluso de adulto. Pero para ello no era necesarios volverse a bautizar, lo que necesitas es la oportunidad de renovar públicamente tus votos bautismales, dar formalmente tu testimonio público de su gracia y comenzar a vivir una vida cristiana estable, comprometida y diferente.

Hay quienes desean rebautizarse porque no fueron bautizados por inmersión y es precisamente esta forma la que representa más vívidamente la muerte y la resurrección de Jesús (Rom. 6: 3), pero esto no es tan evidente en la Escritura.

Los bautismos mencionados en ella parecen ser ilógicos, por ejemplo “¿Dónde en Jerusalén, una ciudad notoriamente escaza de agua iban a ser bautizados tres mil personas en el Pentecostés? ¿Qué tan fácil fue sumergir al etíope en medio del desierto, dónde sólo hay un pequeño manantial en el camino que desciende a Gaza? ¿Con qué facilidad podría el carcelero de Filipo haber encontrado abundante agua y profunda en su casa para bautizarse con su familia a media noche después de un terremoto? Muy posiblemente fueron bautizados con la misma agua con la cual él había limpiado las heridas de sus antiguos prisioneros Pablo y Silas”.

Lo de la inmersión tampoco está tan claro en la Escritura, ni en la historia de la iglesia, la cual nos muestra que en ocasiones era por inmersión y otras derramando agua sobre los candidatos. Lo anterior queda entrevisto en algunos escritos de la didajé (50-70 d.C.)

“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva [corriente]. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua; si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con caliente. Si no tuvieres una ni otra*, derrama agua en la cabeza tres veces en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, ayunen el bautizante y el bautizando y algunos otros que puedan. Al bautizando, empero, le mandarás ayunar uno o dos días antes. (La didaché 7, 1-4).

De lo anterior se desprende la idea de que “no es la cantidad de agua lo que hace que una persona sea cristiana, la imagen de entierro del bautismo los escritos de Pablo (Rom. 6; Col 2:12) no hace alusión al método, sino a su eficacia. Por lo tanto no se puede interpretar como inmersión, no es la cantidad de agua lo que hace que una persona sea cristiana. Más bien el bautismo es quitarse la ropa de nuestra vida anterior y ponerse la de Cristo”.

Por consecuente “el simbolismo mismo no debe identificarse con una situación con la cual se pueda dramatizar, a pesar de que puede haber algún tipo de semejanza entre el simbolismo y lo que lo simboliza. Por ejemplo la cena del Señor no se asemeja a lo acontecido en el Calvario ya que no necesariamente debe haber una verosimilitud. Green afirma que la inmersión puede apropiada y poderosa pero no puede ser un requisito”.

“Rebautizarse está mal, el bautismo es la inclusión en la historia de la salvación de Dios, es su incorporación a la iglesia, el cuerpo de Cristo. Y es su inmersión en la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Rebautizarse es tan absurdo como solicitar una ciudadanía cuando ya es ciudadano, buscar la adopción cuando ya se es adoptado”.

El bautismo debe ser recordado pero nunca repetido. El bautismo es efectivo, pero no incondicionalmente efectivo, se necesita arrepentimiento y fe. Cuando estos elementos no han estado presentes como el caso del bautismo infantil, no necesitas el bautismo de nuevo. Necesitas arrepentirte y creer, por eso los reformadores no se rebautizaron, eran sabios, ellos hablaron de mejorar su bautismo y hacer uso de las promesas que ya estaban a su disposición y sólo reclamaron la salvación que el bautismo simbolizó.

Un ejemplo claro de esto se encuentra en el ejemplo de los samaritanos bautizados a los cuales sólo les impusieron las manos (Hech. 8: 14-17). El bautismo no es una marca de nuestra comprensión, sino del pacto entre un Dios bondadoso y nosotros. No es para celebrar nuestra fe, sino la gracia de Dios, la fe puede venir después.

Sin embargo algunas iglesias presbiterianas en Nueva Zelanda han aceptado la práctica del rebautismo para satisfacer las demandas psicológicas de quienes piden el rebautismo y han formulado una declaración diferente a la hora de rebautizar a los creyentes donde claramente lo hacen diciendo: “Como fueron bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ahora les confirmo la limpieza, el perdón, la nueva vida y el don prometido del Espíritu Santo de Dios que está en su pacto”.

Las objeciones presentadas contra el rebautismo son abundantes y pareciesen tener una lógica consecuente y correcta, sin embargo es necesario realizar el testimonio bíblico para una mayor claridad en este aspecto.

La evidencia escritural

El rebautismo está íntimamente conectado al rito del bautismo, pues si no existiese bautismo, sería imposible hablar del rebautismo, por tal razón se abordará de manera breve el rito del bautismo desde una perspectiva bíblica.

El bautismo

Los verbos griegos usados para bautizar y bautismo, provienen de la raíz griega baptízõ que significa “sumergir” y a su vez está relacionado con báptõ que significa “sumergir en o debajo de” son usados en numerosos pasajes bíblicos para referirse a algo totalmente cubierto y sumergido (Luc. 16: 24; Juan 13: 26; Apoc. 19: 13).

Por otro lado los detalles de los relatos bautismales que indican claramente la inmersión, como por ejemplo el bautismo de Jesús descendiendo en las aguas del Jordán (Mt. 3: 16), el caso de Felipe con el eunuco en el camino a Gaza donde se describe a ambos descendiendo al agua 

En relación a la práctica descrita en La Didajé de los Apóstoles citada anteriormente para refutar el bautismo por inmersión, ciertamente resalta la frase Si no tuvieres una ni otra[footnoteRef:44]* lo que indica claramente que no es la regla sino la excepción. El bautismo por aspersión o derramamiento del agua era aplicable en los lugares donde había escasez de agua o en las personas que por razones de salud, no podían ser bautizados por inmersión.

Es importante destacar que la referencia extraída de la La Didajé de algún modo cierra la posibilidad al bautismo de infantes, ya que la cita cierra diciendo: “Al bautizando, empero, le mandarás ayunar uno o dos días antes”,[footnoteRef:46] dicha declaración anula cualquier intento de querer usar este pasaje para justificar el bautismo de infantes, pues es prácticamente imposible que un bebé o alguien que no esté consciente de sus actos siga este tipo de instrucciones. 

Por su parte Tertutliano (160 -220 d.C.), abogaba por la postergación del bautismo de infantes, hasta que ellos conociesen al Señor por sí mismos. Sus declaraciones confirman la forma del bautismo en su tiempo también. Él describe el bautismo de los adultos, sumergiéndolos en tres ocasiones y a los cuales se les preparaba mediante ayunos, mucha oración y confesión de todos sus pecados.

La evidencia bíblica respecto a la necesidad de creer y arrepentirse previamente para participar del bautismo es numeroso (Mt. 20: 22; Mc. 1: 4; Hech. 2: 27-38; 8: 37-38; 9: 1-18; 22:16), esto es algo de lo cual un infante no puede ser participe.

Es importante comprender que “la iglesia Adventista del Séptimo Día considera “El bautismo como la vía de entrada a la iglesia. Fundamentalmente, es el compromiso de entrada en el pacto* de salvación de Cristo y debe ser tratado como una bienvenida solemne y gozosa a la familia de Dios”.

El rebautismo en la Biblia

Las Escrituras mencionan un único rebautismo, el cual está registrado en el libro de Los Hechos de los Apóstoles (Hech. 19: 1-6) el cual se llevó a cabo en el tercer viaje misionero de Pablo. Sin embargo no se debe considerar como una renovación del bautismo cristiano, ya que es el bautismo de arrepentimiento de Juan que fue sustituido por un entendimiento mayor de lo que era el bautismo. Por lo que difícilmente se puede considerar como un modelo cristiano de renovación del bautismo para justificar dos o más veces la repetición del mismo.

El rebautismo en la IASD

Entre los años 1850 y 1860 hubo bastante discusión sobre la necesidad del rebautismo en personas que provenían de otras denominaciones religiosas. Estaba establecido que los que habían sido bautizados en su edad infantil, ameritaban bautizarse ya que la Escritura invalidaba su bautismo de infante debido a la carencia del fundamento bíblico para dicha práctica

Sin embargo, no había nada oficial en cuanto a aquellas personas provenientes de otras confesiones cristianas que habían sido bautizadas por inmersión y que ahora habían aceptado las verdades bíblicas distintivas de la IASD. Fue hasta en 1886, cuando la Asociación General (AG) tomó un acuerdo formal donde se estipuló que quedaba a criterio de cada persona el volver a tomar sus votos bautismales.

Al respecto Elena G. de White dijo:

Se ha resuelto: Que sobre el tema del rebautismo de los que han sido correctamente bautizados antes de abrazar el mensaje, la enseñanza y la práctica de nuestro pueblo, fundamentadas en la Biblia, tal como las creemos, es que deben ser recibidos en el seno de nuestras iglesias sin rebautismo si ellos están satisfechos con su anterior bautismo, aunque sea un privilegio ser rebautizados si así lo desean, como tarde o temprano lo ha hecho la mayoría de nuestro pueblo, pero no se debería ejercerse presión alguna a nadie como si fuera un condición necesaria para la salvación.

Otra de las razones por la cual la Iglesia Adventista solicita una renovación del bautismo es en caso de apostasía total. Elena G. de White afirmó lo siguiente “…cuando un alma en verdad se ha convertido de nuevo, debe ser bautizada otra vez. Renueve ella su pacto con Dios, y Dios renovará su pacto con ella…

En resumen la IASD solicita: (1) un nuevo bautismo a las personas que fueron bautizadas en su edad infantil; (2) deja a criterio personal la práctica del rebautismo en aquellos creyentes que fueron bautizados por inmersión en otras denominaciones cristianas; (3) solicita el rebautismo a las personas que han caído en apostasía total de la fe; (4) y aunque no está estipulado oficialmente en sus manuales, en la práctica el rebautismo del creyente es aceptad dentro de la iglesia.

Implicaciones Teológicas

El bautismo contiene la promesa de la aceptación por parte de Dios y su perdón. Por lo tanto una renovación del bautismo no es teológicamente justificable. Ya que esto significaría que Dios retira su palabra dada, también su gracia y les quita también a los hombre su cualidad de hijos de Dios.

Lo anterior estaría en contraposición con el carácter de Dios, con su fidelidad y su alianza pactual. Dios es fiel a su pacto a pesar de la infidelidad del ser humano, un ejemplo claro de ello es Noé, Dios hizo un pacto con él (Gn. 6: 18-19) antes de que el diluvio llegase, no había transcurrido muchos días después y Noé estaba ebrio y desnudo frente a sus hijos (Gn. 9: 21), se podría decir que pecó, no obstante no por ello Dios anularía su pacto.

Otro ejemplo se encuentra en el pacto que Dios hace con Abraham (Gn 15: 18), sin embargo un poco después él comete adulterio con su sierva Agar (Gn. 16: 4), y a pesar de la incredulidad y el error cometido, Dios le da una señal de pacto a Abraham por medio de la circuncisión (Gn. 17: 11), nuevamente un poco después Abraham duda de la protección de Dios en tierra de Abimelec diciendo respecto de Sara, que era su hermana (Gn. 20); y no por eso tiene que volver a circuncidarse para renovar su pacto con Dios.

En el Nuevo Testamento se presenta el caso del apóstol Pedro, quién había sido bautizado y era discípulo de Jesús, sin embargo trató de matar a Malco con la espada (Jn 18: 10) y posteriormente lo vemos apostatando de Jesús al maldecirlo y negarlo explícitamente. Sin embargo no hay registro bíblico de un rebautismo, más bien se ve a Jesús nuevamente llamándolo a su servicio y a Pedro haciendo una declaración pública de compromiso para con él (Jn 21: 17-23).

A pesar de la infidelidad humana, Dios es fiel, el testimonio escritural es extenso (Sal 108; 5; Os 2: 21ss; Rom 3: 3; 2 Tim 2: 13). “Para la mayoría de las iglesias cristianas, una renovación del bautismo, sean cuales sean las circunstancias, queda excluido, resulta impensable. Es más o menos un sacrilegio y una traición hacia la doctrina bíblica, por el hecho de que hay «un solo bautismo» (Ef. 4: 5). Aunque después de una apostasía de la fe, un arrepentimiento renovado y el regreso al seno de la iglesias son totalmente posibles, el bautismo legítimamente administrado una sola vez está considerado como algo inalienable y por lo tanto, en principio, no renovable.

El rebautismo puede tener una implicación teológica más aguda cuando hay miembros de iglesia solicitando un nuevo bautismo porque se sienten culpables. Permitirles o más aún instarles al rebautismo en estos casos, puede contribuir a que ellos desarrollen un concepto errado acerca de Dios, percibiéndole como un Dios que está listo para castigar o cerrar su gracia por cualquier pecado cometido, puede degenerar en el miembro una inseguridad salvífica, en el cual hoy pueda que se sienta salvo y mañana no. Lo cual contribuiría a vivir una vida cristiana tensa, triste, de altos y bajos cuando realmente Dios desea que dar seguridad a sus hijos de su perdón a través de Jesús, “Hijitos míos, esto os escribo para que no pequéis, pero si alguno hubiera pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1 Juan 2: 1).

Conclusión

Finalmente luego de realizar un recorrido histórico – bíblico de la práctica del rebautismo y explorar algunas implicaciones teológicas, es importante considerar lo siguiente.

Primero, el bautismo mostrado en las Escrituras es por inmersión y debe ser precedido por el arrepentimiento, la confesión de sus pecados a Dios y una fe en Jesús; quedando de ésta forma el bautizado, unido también a la comunidad de creyentes, es decir la iglesia en Jesús ().

Segundo, el bautismo bíblico debe requerirse a todo creyente cuyo bautismo no haya sido conforme al testimonio Escritural.

Tercero, el rebautismo debe ser opcional para el creyente bautizado conforme al modelo bíblico y que proviene de otra denominación protestante (Hech. 8: 12-17 cf Hech 19: 1-6).

Cuarto, el rebautismo no es indispensable para la salvación de un creyente apóstata, pues el arrepentimiento, la confesión de sus pecados y la fe en Jesús son suficiente para restaurar su relación salvadora con Él (Jn. 8: 11). No obstante cuando el creyente apostató rompió su relación con la comunidad de creyentes, ahora para poder reintegrarse, es posible que le sea requerido el rebautismo, más no debiera ser esto solicitado desde una perspectiva salvífica, sino confesional o eclesiástica.

Quinto, el rebautismo del creyente no debiera ser estimulado, solicitado, ni promovido por laicos ni ministros, ya que muy probablemente fomenta una percepción errónea del carácter de Dios y una mala concepción de su Gracia y plan de Salvación. Por el contrario se debiera instruir a estas personas sobre el trato que Dios da al pecador creyente que se arrepiente y no continúa en el pecado (Jn. 4:18, 25-26, 39-42, 1 Jn. 2:1; Jn. 21).

Sin embargo, si después de haber explicado con esmero todo lo anterior a la persona, ésta persiste aún en ser rebautizada por motivos de conciencia, el rebautismo no debería serle negado y ésta debería ser rebautizada por motivos de su conciencia (1 Cor 10: 27-29).

Sexto, para concluir, es necesario aclarar que la salvación del ser humano no depende de ritos, ceremonias, leyes u obras humanas, sino de la aceptación de la vida, muerte y resurrección de Jesús en vuestro favor (Jn. 17: 3; Hech. 4: 12; Ef. 2: 8-10).

Ante todo recordad…

Que sólo hay “un Dios, una Fe y un Bautismo” (Efesios 4:5)

22 October 2021
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