Los Rituales Funerarios en Antigua Grecia

Introducción

Los griegos clásicos no tenían una idea clara y uniforme acerca de la muerte. Se creía en una idea de comunidad de almas, que requerían de las plegarias y los recuerdos de los vivos para su supervivencia. Tanto en Grecia, como en Roma, se pensaba que los muertos seguían vivos, y en determinadas fechas, tras el funeral y a lo largo del año, les ofrecían libaciones y alimento; por lo que resulta normal que los sepulcros dispusieran de un conducto que accedía a la cámara funeraria por el cual se introducían comida y bebida. Con esta ofrenda era como se incorporaba el recuerdo del difunto en la vida a la que había pertenecido.

Desarrollo

El hecho de quedar insepulto y no recibir las honras fúnebres se consideraba una desgracia mayor a la propia muerte. Un alma sin tumba era un alma sin morada. Los ritos funerarios podían ser caros y complejos cuando se trataba de ciudadanos ricos o modestos y sencillos al tratarse de gente pudiente, pero en ambos, la finalidad era la misma: asegurar el alma del difunto su tránsito a la otra vida. Los propios familiares eran quienes oficiaban las ceremonias fúnebres. Los ritos fúnebres en Atenas duraban tres días, existían también funerales de estado. 

Es sobre todo Tucídides quien nos habla de los funerales de Estado atenienses, introducidos hacia el año 465 a. C. En este funeral el protagonismo era público, arrebatándolo al ámbito familiar. Las ceremonias fúnebres no eran dirigidas exclusivamente al difunto, también era considerado una forma de canalizar el dolor de sus cercanos. El contacto con el cadáver, la vestimenta negra, los llantos, el corte de cabellos (al igual que el novio el primer día de los tres que conforman la ceremonia del matrimonio griego) Este proceso de duelo representaba el propio “rito de separación” para los vivos. La prothesis o velatorio del cadáver duraba tres días en lugar de uno.

En el momento de producirse la muerte, los familiares, usualmente era la mujer, en el oikos, quien se encargaba de preparar el cuerpo. El cadáver era lavado con agua y esencias perfumadas, ungido y envuelto en un sudario, y se colocaba tanto una guirnalda en la cabeza como una moneda en los labios, el óbolo para pagar el viaje a Caronte que atravesaba el río Leto, el río del olvido. A continuación, el cadáver se exponía en la entrada de la casa, con los pies hacia la puerta. El antepasado venía a ser un dios protector que irradiaba su poder desde el fuego, el cual debía permanecer siempre encendido, en un altar de la casa. Cada familia tenía los suyos.

“Comenzaré, ante todo, por nuestros antepasados, pues es justo y, al mismo tiempo, apropiado a una ocasión como la presente, que se les rinda este homenaje de recordación. Habitando siempre ellos mismos esta tierra a través de sucesivas generaciones, es mérito suyo el habérnosla legado libre hasta nuestros días.” Discurso de Pericles. Tucídides. 438 aC. Pero el reino de la muerte y la puerta que conducía hacia el Hades se encontraba ya en la propia tumba. El cementerio era, por tanto, un lugar sagrado donde se realizaban los ritos religiosos en honor de los dioses al difunto. Al segundo día se daba la ekphora o transporte del cadáver. 

El lecho fúnebre era transportado en un carro o llevado por los sirvientes de la casa, y acompañado por los familiares y amigos, los hombres delante y, excepcionalmente, se permitía a las mujeres unirse al cortejo profiriendo sus lamentaciones. El traslado del cadáver al cementerio se daba antes del amanecer. En el cementerio se enterraba el cuerpo o se quemaba, recogiéndose las cenizas en una urna que se depositaba en la tumba. Luego se realizaban libaciones en honor de los dioses de los muertos y del difunto. La tumba se señalaba con un monumento que consistía en una estela colocada sobre escalones. 

En la estela se escribía el epitafio y sobre ella se colgaban cintas y guirnaldas. Las poesías y los epitafios sugieren que la vida continua más allá de la muerte, la idea de un nuevo hogar, de un matrimonio para el joven que no se desposó, y la ceremonia fúnebre con el aseo y vestido del difunto. Los griegos veían muy similar la ceremonia de la boda y el funeral, el alma abandona el cuerpo como la mujer abandona su hogar paterno. El paso a la siguiente etapa. En los escalones se depositaban los Iécitos de fondo blanco, frascos de perfume (el perfume era símbolo de fecundidad, por tanto, de inmortalidad) y otras ofrendas.

Tras el sepelio se celebraban unos juegos funerarios (agones), que se repetían anualmente bajo la supervisión del polemarca (Aristóteles, PoI.) Al tercer día se celebraba el banquete funerario en honor del difunto, que se repetía el noveno y decimotercero día. Al año se repetían las libaciones y ofrendas, engalanándose la tumba. El lugar de enterramiento de estos caídos atenienses era un área específica y ennoblecida del cementerio del Cerámico, un camino ceremonial de 39 metros de ancho conocido como «Tumba del pueblo» o Demosion Sema. Este cementerio se conoce por las excavaciones del Instituto Arqueológico Alemán en Kerameikos. 

Actualmente, estos hallazgos de carácter funerario se encuentran en el Museo Arqueológico de Kerameikos. Khárôn recogía a las almas que Hermes había conducido hasta las orillas de la Laguna Estigia. Según la mitología, el dios mensajero, era el guía a la laguna estigia, al ser el único conocedor de estos caminos. Tras pasar a Cancerbero, el perro de tres cabezas (Hesíodo le identifica con cincuenta) el alma llega al inframundo, reino de Hades, el alma pude descansar en tres diferentes lugares; los Campos de Asfódelos el lugar más común donde descansarían las almas “comunes”. El Tártaro recoge a aquellos que ofendieron a los dioses, podría compararse con el infierno cristiano, o la isla de los Bienaventurados si fue una persona de comportamiento ejemplar, similar el cielo en la religión cristiana.

 Se dieron diferentes rituales para los muertos en batalla en la antigüedad clásica, generalmente se enterraron los muertos en fosas comunes bajo un túmulo (polyandria). En Atenas era más normal trasladar los cadáveres para un enterramiento individual, a cargo de cada familia. En el imperio marítimo ateniense del siglo V, a veces fue incluso necesario cremar a los muertos en el campo de batalla y luego traer las cenizas por barco a Atenas en urnas etiquetadas (Esquilo, Agamenon). Cuando el traslado era imposible, al menos se procuraba llevarlos a un sitio donde fueran honrados, en determinadas circunstancias incluso los atenienses enterraron a los muertos en el propio campo de batalla.

Y si los cadáveres eran irrecuperables, se erigían cenotafios para tener un lugar donde conmemorar el recuerdo del difunto. No pocos casos, a medida que pasó el tiempo y las guerras se hicieron más prolongadas, crueles y salvajes -en especial desde la guerra del Peloponeso a mediados del siglo V aC., los cadáveres, en especial de los vencidos, quedaron insepultos y sus huesos. El Lécito de fondo blanco con escena de Gineceo. Este vaso de perfume es característico del ritual funerario griego clásico, se trata de una técnica de cerámica de fondo blanco, era utilizada por artesanos atenienses para decorar vasos fúnebres colocados en las tumbas.

Conclusión

No era una cerámica de uso cotidiano, por la desnudez de los colores. No es un lécito ático habitual, dada la escena que nos presenta una imagen directa del espacio del cementerio, sino una mirada hacia la intimidad del gineceo. En esta cerámica se reproduce una escena de baño, la mujer se prepara, atendida por su criada que le tiende un vaso de perfumes. Pero quizás podamos ver aquí un nuevo sentido oculto bajo una apariencia de cotidianeidad: es la preparación para el baño ritual de la doncella antes de su boda y, tratándose de un vaso funerario, de su boda en el Hades. La idea de la continuidad de la vida en la muerte.

Bibliografía

Familia y educación familiar en la Grecia antigua. Javier Vergara Ciordia 

07 May 2021
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