Participación Electoral: Elección Publica y Abstencionismo

La democracia en América Latina se ve confrontada con varios retos. Entre ellos, se encuentran las enormes expectativas que la ciudadanía asocia a este régimen político, renovadas con cada elección, con cada candidato que es capaz de ganar el voto del electorado con sus promesas de un mañana mejor. Frente a las expectativas creadas, el desempeño de la democracia, es decir de la élite política gobernante, queda muy por detrás, fenómeno que deriva -en el ámbito de las reacciones de los ciudadanos- en frustración y desafección. Manteniendo la precisión de los términos, abstencionismo no significa abstenerse de la participación política sino de votar. La participación política puede bien concretarse por otros medios.

En lo que a su motivación concierne, el abstencionismo puede expresar una voluntad de disidencia o de protesta, con el sistema político o con algún aspecto del mismo. Es pensable también como síntoma de apatía, ocasionada por un desinterés ‘desesperanzado’ o ‘satisfecho’. El abstencionismo puede también ser el resultado de un cálculo racional, o sea resultado de una participación en la modalidad concebida por el enfoque neoliberal de un cálculo egoísta de costos y beneficios que realiza cada ciudadano. Las más de las veces, el abstencionismo es interpretado más bien como una forma de expresar el malestar con la política en general, ganando así significado político en sentido estricto. El análisis que se queda en esta exégesis del ‘reproche’ peca sin embargo por unidimensional. Tal automatismo interpretativo se hace ostensible por sobre todo en los medios masivos de comunicación, donde suele utilizarse el abstencionismo como indicador de la insatisfacción con y la deslegitimación del sistema político. Mientras en las ciencias sociales se pone mucho cuidado a la hora de deducir motivaciones (ocultas) de comportamientos (visibles), el periodismo muestra en este punto -no pocas veces- el coraje propio de los ingenuos. 

Teniendo en cuenta la complejidad característica de todo fenómeno social, resulta más plausible -y a mi parecer más razonable- partir de una multiplicidad de factores de los que depende el abstencionismo, entre los cuales pueden distinguirse los siguientes tipos y ejemplos: Factores estructurales:

  • la composición del electorado teniendo en cuenta la existencia de culturas étnicas 
  • el nivel de educación del electorado
  • las características de la cultura política en general 7
  • la concepción del voto por parte del electorado, por ejemplo como un derecho o como un deber

 Factores contingentes:

  • imposibilidad del elector/la electora de asistir al lugar de votación (por enfermedad o debido a cuestiones de distancia)
  • criterios de la elección racional (rational choice) -tipo de elección -fecha de la elección -cantidad de órganos a ocupar 

Factores intrínsecos al derecho electoral: 

  • modo de registro de los electores (automático o especial) 
  • características del sistema electoral (magnitud de las barreras naturales y artificiales que contiene, la sencillez de la boleta electoral)
  • Factores relativos al sistema político: 
  • el tipo de competencia entre los partidos 
  • el grado de movilización del electorado a través de los programas (de mayor o menor polarización entre ellos) 
  • el desempeño del gobierno saliente 
  • las expectativas vinculadas a los candidatos que se presentan 

Esta lista de factores que no pretende ser completa, deja en claro que es riesgoso aventurarse a la determinación de las causas de la conducta abstencionista. Esta, reducida a una expresión numérica al final de la jornada electoral y puesta en perspectiva temporal o geográfica, es decir comparada histórica o internacionalmente, corre el riesgo de quedar analíticamente desconectada de su verdadera génesis.

En cuanto al desarrollo local o su relevancia en el discurso, surge no como una estrategia a las demandas sociales de bienestar social, sino más bien producto de la insuficiencia de los modelos tradicionales de desarrollo del Estado central. El desarrollo local aboga por una cultura local o una mayor autonomía que basa sus preceptos en una fuerza del “lugar”. Esto es el reconocimiento de un espacio de solidaridad activa en el que las comunidades disponen de un conjunto de recursos económicos, humanos, ambientales, institucionales y culturales que constituyen el potencial de desarrollo endógeno.

Sin embargo, para el caso de nuestro país no ha habido una verdadera voluntad política por parte de las autoridades ni un verdadero empoderamiento colectivo de los ciudadanos en la toma de decisiones a nivel local más allá del ejercicio del voto. El problema que existe en nuestro país no sólo está orientado a un problema de representatividad política a nivel local, sino que no existen en la práctica verdaderos procesos de participación. Pues, aunque existen, por ejemplo, Asociaciones de Desarrollo Comunal, estas formas de organización, “están influenciadas por intereses políticos, electorales y orientadas por el paternalismo estatal” (Vargas, 2003, p.26). Así pues, la conexión entre la ciudadanía y las municipalidades sigue siendo muy tenue a la fecha.

Además, aún son recurrentes ciertos aspectos a nivel local que impiden un auténtico involucramiento de la ciudadanía tal como la ausencia de información veraz sobre el desempeño de las autoridades, hecho que no contribuye a la formación ciudadana ni a la legitimidad política. También hay rezagos en el fortalecimiento del capital social, no sólo en alusión al predominio de intereses particulares sobre los comunitarios, sino que la mayoría de proyectos se prevén para un corto plazo. Respecto a este último punto, en el país, las dinámicas de tomas de decisiones a nivel local siguen reflejando poca apertura a actores y organizaciones diversas. Aunado a lo anterior se encuentra el nivel de desarrollo humano de las diferentes áreas poblacionales, que podría contribuir a la falta de participación de la ciudadanía en la elección de autoridades locales.

Abstencionismo e índice de desarrollo humano

Para hablar del abstencionismo, es importante pensar en por qué la población se ve impulsada a votar. De acuerdo con Mark Franklin en su artículo del 2007 The Dynamics of Electoral Participation, existen tres explicaciones teóricas para la participación electoral, a saber: 

Los recursos individuales: 

  • votan aquellas personas que tienen el conocimiento, riqueza y tiempo para hacerlo. Sin embargo, en su trabajo Franklin hace notar que las diferencias en estas variables en gran medida no explican las variaciones en la participación. 
  • La movilización política por parte de partidos, los medios de comunicación y otros grupos. 
  • La motivación instrumental, esto es, los votantes votan ya que creen que mediante el voto pueden alterar el resultado de las elecciones, al considerar que con su voto pueden ganar políticos que pondrán en práctica políticas públicas específicas, deseadas por los votantes. Al respecto de estas tres teorías, tenemos que: “…the instrumental approach to understanding electoral participation is superior to the other two common approaches because it largely subsumes them both, while explaining additional aspects that neither of the other approaches can address”. 

Por esto, en este trabajo se parte de que los ciudadanos se vuelven votantes buscando que se implementen políticas públicas que reflejen sus demandas. Para conocer cuáles serán esas políticas públicas deseadas, se toma también en cuenta la perspectiva expuesta por Downs en su ya clásico artículo Teoría Económica de la Acción Política en una Democracia, según el cual: “Los ciudadanos votan de acuerdo con: a) las variaciones que cause la actividad gubernamental en su utilidad o renta, y b) las alternativas ofrecidas por la oposición” y “la utilidad o renta que los votantes reciben de la actividad gubernamental depende de las acciones tomadas por el gobierno durante su mandato”. 

Así, los ciudadanos votan para que los gobernantes ejecuten las políticas públicas que más aumentan su utilidad (se prefiere hablar solo de esta, y no de renta, pues por definición la utilidad incluye tanto a la renta como otros beneficios no monetizables). Por otra parte, Dieter Nohlen desarrolla en su trabajo del 2004 La participación electoral como objeto de estudio Elecciones cuatro criterios sobre los cuales se puede analizar la participación electoral, estos son: grado de desigualdad social, orientación de la cultura participativa en la disyunción Estado–sociedad, centralidad del sistema representativo y grado de confianza en las instituciones. El grado de desigualdad social es el criterio que destaca en importancia ya que indica que la cuestión económica social juega un papel importante en la manera en la que las personas y más específicamente los ciudadanos se comportan electoralmente, lo que nos permite considerar al Índice de Desarrollo Humano una herramienta valedera para construir nuestra observación. Por Índice de Desarrollo Humano (IDH) se entiende una medida del desarrollo económico y social que combina indicadores de expectativa de vida (entiéndase salud, educación e ingresos). 

Hay razones para sospechar que existe una relación entre los componentes del IDH y la participación electoral. Por ejemplo, con respecto al ingreso tenemos que “(el) abstencionismo técnico o estructural tiende a relacionarse de forma importante con la desigualdad social, en la medida en que los problemas de empadronamiento y acceso a las urnas tienden a afectar de forma sistemática a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, en términos socioeconómicos, etarios, educativos, étnicos, de género y regionales”.

 A su vez, existe evidencia de que la situación económica afecta el comportamiento de los votantes a largo plazo: “empleando la técnica de conglomerados se agruparon los distritos en cinco categorías y mostraron condiciones socioeconómicas disímiles. A mayor abstención mayor deterioro socioeconómico del conglomerado”; e inclusive en “el estrato superior, la proporción de votantes consistentes alcanza más de la mitad de los ciudadanos, en el inferior es de poco más del tercio”. 

Con respecto a la variable de la educación, el mismo estudio nos demuestra la importancia de esa y confirma la viabilidad de utilizarla como criterio para medir el abstencionismo. “En lo que respecta a la escolaridad, destaca claramente el mayor nivel de participación electoral entre las personas que tienen educación superior, tanto por su mayor presencia entre los votantes consistentes, como la mayor presencia de personas que tienen una experiencia abstencionista ocasional”. Por estos motivos ha sido escogido el IDH como una agregación de esas variables para medir el comportamiento de la sociedad civil en los temas de elecciones y abstencionismo con relación a la utilidad que obtiene la población de las políticas públicas; ya que si se presenta en una región un IDH bajo, significa, entre otras cosas, que el gobierno ha fracasado en aplicar políticas públicas para aumentar ese IDH lo cual, sostenemos, llevará a la población darle un voto castigo, al menos en parte, en forma de abstencionismo; siempre y cuando lo vea como responsable de asegurarle una vida digna.  

24 May 2022
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