Ritos Funerarios En La Antigua Grecia

Introducción

El mundo griego está plenamente rodeado de misticismo y espiritualidad, está integrado en todos los ámbitos de su vida, y como tal, les es indispensable rendir culto a los dioses. No es de extrañar que tengan distintos ritos y celebraciones sagradas para cada acontecimiento. En este ensayo vamos a investigar sobre los ritos funerarios, pero para entenderlos, antes vamos a meternos un poco en materia hablando de la forma pensar en la antigua Grecia.

Desarrollo.

Los antiguos entendían la muerte como algo mucho más habitual que lo que consideramos ahora. Consideraban que al morir, el cuerpo se separaba del alma y este se encaminaba hasta la última morada, el camino a seguir era un misterio del que solo Hermes era conocedor y por esto, guiaba a las almas en su travesía. Se creía que el viaje consistía en atravesar el río Leto y el río del Olvido, hasta llegar a la laguna Estigia, dónde debían pagar a Caronte con una moneda para que les condujera a las puertas del inframundo. En caso de no poder pagar el viaje, el alma del difunto vagaría por las orillas cien años hasta que el barquero se decidiese a llevarlos gratis. 

Una vez cruzaban, les esperaba el juicio donde se decidiría si iba a parar a los Campos Elíseos o si su alma sería consumida en el Tártaro. El riesgo a morir desde edades bien tempranas estaba presente en su día a día, la falta de registros médicos, las guerras y hasta el hecho de parir podían suponer un viaje de ida al mundo de los muertos. Es por esto, que se tomaban muy en serio los rituales a seguir cuando llegaba su hora. Con la muerte de un griego y para que su viaje al Hades fuera adecuado, sucedían entonces los ritos funerarios que comenzaban en la casa y concluían en el cementerio. Lugar sagrado dónde se hallaba, ya en la propia tumba del fallecido, la conexión directa con el Hades.

La primera fase, llamada prothesis, comenzaba cuando los familiares lavaban y preparaban el cadáver. Lo aseaban con agua y esencias perfumadas y una vez listo, lo vestían y envolvían en un sudario. El cadáver era expuesto en la puerta de la casa, con la cabeza hacia el exterior y una moneda en la boca. Era usual la contratación de plañideras que se dedicaban a llorar y lamentarse por el difunto, incluso se han recabado datos en cerámicas donde se ve a estas mujeres arañarse la cara y arrancarse mechones de pelo. Se colocaba una rama de ciprés para advertir a los transeúntes y una vasija con agua para que los visitantes se purificasen al entrar y salir de la vivienda.

Antes del amanecer del segundo día se daba la segunda fase, ekphorá, donde se trasladaba al difunto al cementerio. Acompañado por un cortejo fúnebre de familiares y amigos, el difunto era transportado por los sirvientes del hogar o en caso de las familias nobles, llevado en un carro. Una vez allí, era enterrado o cremado y sepultado para siempre en tierra sagrada. Dentro de la tumba se colocaban figuras, cerámicas y distintos objetos que conformaban el ajuar. Finalizado el proceso de sepultación, se rendía culto a los dioses con libaciones y sacrificios. Para señalar el lugar de descanso final, se colocaba una estela donde se escribía el epitafio, sobre unos escalones. En ella se disponían diferentes cintas y guirnaldas y a sus pies.

El tercer día se celebraba el banquete, perídeipnon, para honrar al difunto ya los dioses. En época geométrica, estos banquetes se daban al lado de la propia tumba, pero en épocas posteriores este acto se trasladó a la casa. Sirve para recordar con honores al fallecido que se entendía, estaba presente tomando parte del mismo. Era una práctica común llevar comida a la tumba el tercer y noveno día. 

El trigésimo día, también, se repetía el banquete para finalizar el luto. El homenaje a los muertos es parte de las celebraciones generales que se repiten cada año, en el nekýsia o día de los difuntos. Se repiten las ofrendas, las tumbas se vuelven a decorar, se realizan sacrificios y se hacen libaciones de distintos tipos. Algunas incluyen aceites o vino, mientras que otras son de agua para ‘bañar’ al muerto y purificarlo.

Conclusiones.

En este rito se encuentra la esencia de pertenencia y expresión de la identidad, el culto a los muertos sigue siendo por lo tanto, un acto fundamental. En el Museo Arqueológico Nacional se encuentra una amplia colección de vasos cerámicos. Los funerarios, lécitos, son cerámicas bañadas en engobe blanco que representan escenas funerarias. En ellos aparecen imágenes de la preparación de la prothesis y del ekphorá. Así como escenas de lamentaciones, escenas de ofrendas o de la propia imagen del muerto junto a su tumba.

Bibliografía.

  • Burkert, Walter: Religión griega arcaica y clásica. Traducción por Bernabé, Helena. Madrid, Abada Editores, 2007.
  • Museo Arqueológico Nacional en www.man.es [Último acceso 19/10/2019]
  • Bruit Zaidman, Louise y Schmitt Pantel, Pauline Traducción por Diez Platas, María de Fátima. Madrid, Akal, 2002.
  • Hernández de la Fuente, David en www.nationalgeographic.com.es 
15 July 2021
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