Salir Del 'Engaño' Y La Búsqueda De La Verdad

Diferentes perspectivas que incomodan han surgido a lo largo de la historia. Autores, pensadores, investigadores han impactado en diversas épocas con sus creencias, postulados y su forma de hacer ciencia. En el siguiente ensayo, me propongo vincular la temática central con estas visiones que fueron apareciendo en el tiempo para poder entender cuestiones que nos atañen como sociedad.

Para comenzar, creo importante realizar una distinción entre aquellos autores que reconocen la existencia de una verdad objetiva y su posibilidad de conocerla (Sócrates, Platón, etc.), y por otro lado, autores (como Nietzsche, Wittgenstein, Derrida, etc.) que son escépticos a ese pensamiento, y prefieren apoyarse en conceptos tales como la subjetividad, la contingencia, el constructivismo (y la deconstrucción).

En primer lugar, al situarnos en el pensamiento clásico, encontramos al primer grupo de autores, tales como Platón y Aristóteles, entre otros. Platón, discípulo de Sócrates, consideraba que el conocimiento era virtud. Siguiendo a Sabine (2015), Platón discriminaba el verdadero conocimiento (único, inmutable, racional) de la apariencia, la opinión o “doxa” y la ilusión engañosa. Según éste había que diferenciar entre el mundo inteligible (del verdadero ser) y el mundo de la apariencia. En ese sentido, tenía la creencia de que existía un bien objetivo, posible conocer mediante la investigación o la lógica.

Siguiendo la misma línea, Sabine (2015) hace referencia a Aristóteles, quien abogaba por una metodología empírica, por lo real y lo científico. Creía que el racionalismo se orientaba progresivamente hacia el empirismo, y por eso mencionaba que la razón, que distingue el bien del mal, necesitaba de la observación. Otra cuestión a la que refiere Sabine (2015) con respecto a Aristóteles, es que éste postulaba que había seres destinados a obedecer y otros a mandar “por naturaleza”. Esa naturaleza era teleológica, todo existía para un fin determinado. Allí, nuevamente se puede observar la certeza del autor de la presencia de una verdad innegable y objetiva.

Sin embargo, a pesar de la trascendencia de las ideas de estos autores y otros con ideas similares, a lo largo de la historia, otros pensadores han ido desarrollando perspectivas parcial o completamente diferentes.

De esta forma, considero necesario situarnos en el contexto actual, en la era posmoderna, para poder entender estas nuevas posturas y teorías, que a mi entender ayudan a comprender cuestiones sociales, culturales, políticas, económicas de nuestra época, y nos aportan una forma diferente de afrontar problemáticas locales y mundiales. En esta posmodernidad, lo binario, lo objetivo, la existencia de una verdad única, a la que referían Platón y Aristóteles y otros más, se pone en tela de juicio.

Siguiendo a Jameson (1985), no se puede tomar al posmodernismo como un todo coherente “dado que la unidad de este nuevo impulso (…) no se da en sí misma, sino en el mismo modernismo al que trata de desplazar”. El escritor hace una diferenciación con el modernismo al mencionar que “los grandes modernismos se basaban en la invención de un estilo personal, privado (…) vinculada orgánicamente a la concepción de un yo y una identidad privada únicos, una sola personalidad e individualidad, de la que puede esperarse que genere su visión única del mundo y forje su estilo único (…). Hoy, sin embargo, desde distintas perspectivas, (…) exploramos todos la noción de que esa clase de individualismo e identidad personal es una cosa del pasado; que el antiguo individuo o sujeto individualista ha muerto (…)”.

Siguiendo esta línea, para Vattimo (2000), podemos hablar de posmodernidad ya que la modernidad a concluido: “Pues bien, en la hipótesis que yo propongo, la modernidad deja de existir cuando -por múltiples razones- desaparece la posibilidad de seguir hablando de la historia como una entidad unitaria.”

Nietzsche (1873), en ese sentido, menciona en uno de sus textos: “hubo una vez un astro en el que animales astutos que han inventado el conocer. Fue el minuto más arrogante y mentiroso (…)”.

Citando a Vattimo (2000), “Nietzsche, en efecto, ha demostrado que la imagen de una realidad ordenada racionalmente sobre la base de un principio central (…) es sólo un mito «asegurador» propio de una humanidad todavía primitiva y bárbara: la metafísica es todavía un modo violento de reaccionar ante una situación de peligro y de violencia (…)”.

Según Nietzsche (1983), la verdad es “un ejército de metáforas, metonimias, (…) en una palabra, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, (…) y que, tras un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, (…) las verdades son ilusiones (…)”.

De este modo, estas cuestiones que mencionan los autores posmodernos, nos ayudan a dar cuenta de aspectos que condicionan a los sujetos a la hora de evaluar diferentes opciones para responder a preguntas que nos competen como sociedad, poniendo el ejemplo de la binariedad como característica de la modernidad, que no nos deja comprender la posibilidad de otras alternativas.

Sumado a esto, Vattimo (2000) añade que “ha habido otro gran factor decisivo para disolver la idea de historia y acabar con la modernidad: a saber, la irrupción de la sociedad de la comunicación.” Es decir, la irrupción de los medios de comunicación masivos. “Estos medios (…) han sido la causa determinante de la disolución de los “puntos de vista centrales” o según Lyotard “grandes relatos”.”

Hoy, vivimos en un mundo globalizado, donde esos medios de comunicación juegan un rol importante a la hora de construir nuestras identidades, de relacionarnos, de buscar soluciones a problemáticas locales y globales. A esto refiere Bauman (1999), cuando utiliza el concepto “liquidez” como metáfora para referir la naturaleza de la fase actual de la historia.

Según Castells (2010), la globalización “es el proceso resultante de la capacidad de ciertas actividades de funcionar como unidad en tiempo real a escala planetaria. Es un fenómeno nuevo porque sólo en las dos últimas décadas del siglo XX se ha constituido un sistema tecnológico de sistemas de información, telecomunicaciones y transporte, que ha articulado todo el planeta en una red de flujos en las que confluyen las funciones y unidades estratégicamente dominantes de todos los ámbitos de la actividad humana”.

En ese sentido, se podría decir que diversos aspectos de la realidad afectan a la construcción de nuestras formas de vivir y tomar elecciones. Nuestras experiencias, nuestras interpretaciones, nos influyen. La subjetividad, la contingencia se presentan en cada sujeto.

En la era de la globalización, de los medios de comunicación masivos, de la posmodernidad, de nuevas revoluciones, la información nos llega con tal rapidez y de manera poco clara, que nos confunde, y puede llegar a provocar que tomemos decisiones equivocadas, sin la posibilidad de elegir la mejor opción estratégica y pacientemente.

En relación a esto, al hablar de posmodernidad, debemos mencionar que su comienzo coincide con el final del colonialismo y del imperialismo. De esa forma, podemos mencionar el impacto de la perspectiva poscolonial, la cual Sara Castro-Klarén (1996) entiende como una deconstrucción de las grandes narrativas originadas en la colonización y que permanecen aún de diversas maneras. “Esta ‘teoría’ intenta examinar los procesos de contacto en que el colonizado se maneja dentro de estrategias de resistencia, acomodo, reproducción, burla y apropiación de los aparatos discursivos destinados a reducirlo y/o producirlo como ‘otro’.”

Citando a Vattimo (2000):

“Una vez desaparecida la idea de una racionalidad central de la historia, el mundo de la comunicación generalizada estalla como una multiplicidad de racionalidades «locales» -minorías étnicas, sexuales, religiosas, culturales o estéticas, (…) que toman la palabra y dejan de ser finalmente acallados y reprimidos por la idea de que sólo existe una forma de humanidad verdadera digna de realizarse, con menoscabo de todas las peculiaridades, de todas las individualidades limitadas, efímeras, contingentes. (…) este proceso de liberación de las diferencias no es necesariamente el abandono de toda regla, la manifestación irracional de la espontaneidad: también los dialectos tienen una gramática y una sintaxis, más aún, no descubren la propia gramática hasta que adquieren dignidad y visibilidad. La liberación de las diversidades es un acto por el cual éstas «toman la palabra», se presentan, es decir, se «ponen en forma» de manera que pueden hacerse reconocer; algo totalmente distinto de una manifestación irracional de la espontaneidad. (…) Vivir en este mundo múltiple significa hacer experiencia de la libertad entendida como oscilación continua entre pertenencia y desasimiento”.

Para concluir, considero necesario dar cuenta de las diversas perspectivas que se han ido construyendo y reconstruyendo a lo largo de la historia, haciendo especial énfasis en cuestiones como la deconstrucción, lo posmoderno, lo poscolonial, para así comprender(nos) (aunque nunca en su totalidad), comprender nuestra identidad, en mi caso de latinoamericana, la cual sigue (de)construyéndose día a día. Para poder hacerlo, sería óptimo utilizar el diálogo y entendimiento, intercambiando creencias e ideas, dejando de lado los extremos, sin idealizar nuestros puntos de vistas (lo que creemos que son nuestras “verdades”), trazando puentes entre los ciudadanos del mundo.

Hay que tomar conciencia sobre qué perspectiva estamos parados y cuestionarla, salir de ese “engaño” del que habla Nietzsche, comprender la incompletitud de la realidad. Entonces, es así como esa y todas las demás perspectivas nos van a incomodar aún más. La pregunta es quién está dispuesto a hacerlo.  

22 October 2021
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