Separación Del Poder Eclesiástico Del Civil

 

No ha existido ninguna sociedad que no se haya constituido sobre algún núcleo de presupuestos religiosos. Es dudosa, por tanto, la hipótesis de que esta relación entre lo religioso y lo político fuera simplemente genética, es decir, que fuera una relación coyuntural que ha quedado en el pasado histórico y no una relación estructural permanente inscrita en todo fenómeno social. Lo cierto es que, durante mucho tiempo, la religión civilizó el Occidente hasta conseguir un grado de libertad y de unidad social nunca visto en la historia. No parece, por tanto, que las religiones lleven consigo una incapacidad constitutiva para la sociedad civil.

Una manera de explicar el proceso de, por un lado, imbricación de lo religioso y lo político y, por otro, de progresiva secularización, es el ya clásico argumento que resalta Viscardi (2011) de A. Piettre, las sociedades nacen en lo sagrado y mueren en el estatismo. Según Viscardi (2011) Piettre explica esa tesis haciendo hincapié en la economía, las sociedades pasan por tres etapas: un momento en el que las normas religiosas y sociales gobiernan las sociedades y la economía se adapta a ellas. En ellas prevalece el orden, pero hay una deficiencia de libertad social. En la búsqueda de una creciente libertad la economía se hace independiente. Se llega entonces a un estadio en el que se conserva la inercia normativa del modelo social anterior, pero comienza la trasgresión de lo que se consideran barreras morales en el ejercicio de la libertad.

Poco a poco la libertad crece y se pasa a la tercera fase, la de la economía dominante y dominada. Dominante porque la libertad económica ha parecido vencer sobre cualquier planteamiento de valores, pero por esa misma razón comete excesos y provoca una crisis social que solo se resuelve con el recurso al Estado. El Estado pasa a ser el dominador y controla la economía y el conjunto de la sociedad. En esta línea de evolución se puede decir que la política es el destino. Durante mucho tiempo el Estado tuvo al menos relaciones institucionales con la religión a través de la Iglesia.

La separación del poder eclesiástico del civil se entiende como algo específicamente occidental. Ahora bien, esta idea no ha dejado de ser meramente regulativa del ansia de totalidad que históricamente se ha experimentado por parte de cada uno de esos poderes. Por eso se puede decir con J. Ratzinger que: “cómo hay que vivir y organizarse correctamente desde el punto de vista político y el religioso subsiste como un problema fundamental para la Europa de hoy y de mañana”.

Pareciera que la omnipotencia que adquirió el Estado en la modernidad obligó al secularismo; inicialmente en la forma del desprestigio de la Iglesia y consecuentemente en la desacralización de la vida social. Efectivamente lo político y lo religioso están históricamente representados institucionalmente, pero su institucionalización no agota su fuerza de configuración social.

Su práctica desaparición pública coincide con la consolidación, valga la paradoja, de la, así denominada por Bauman (2008), “sociedad líquida”, es decir, de una sociedad en la que no existen referencias ni estructuras, en la que definitivamente han desaparecido todos los vínculos. En ese tipo de sociedad la propia libertad queda amenazada y, consecuentemente, la sociedad civil queda destruida. Entre el Estado y el individuo no hay nada, sólo masa. Las religiones son un vínculo de unidad y de generación de vida social, no prioritariamente un factor de violencia, aunque sí se han visto envueltas en las disputas inverificables de la vida política. 

15 July 2021
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