Transtornos Del Estado De Ánimo, Bipolaridad

Cuando hablamos de afectividad, hablamos de dos aspectos concretos que son los estados de ánimo y las emociones. La diferencia entre ambas es que las emociones son situaciones en las que se produce un cambio del estado de ánimo más brusco de manera involuntaria, las cuales son dependientes de estímulos y se mantienen en un lapso relativamente corto; en cambio, el estado de ánimo varía entre dos límites que son la tristeza y la alegría, siendo la persistencia de este estado más duradera con un nivel constante. En este último, en el momento en el que traspasamos los dos extremos será cuando nos encontraremos ante un trastorno del estado de ánimo.

Los trastornos del estado de ánimo son trastornos de la salud mental que suponen una alteración de las emociones del sujeto, como su nombre indica. Estos también son conocidos como trastornos afectivos. Dentro de estos encontramos dos grupos de trastornos:

· Trastornos unipolares que son aquellos en los que solamente se sufre depresión; y por otro lado,

· Trastornos bipolares en los cuales hay presencia de episodios depresivos y además, se alternan con episodios de manía o hipomanía.

El trastorno del estado de ánimo se caracteriza, al igual que de otros trastornos, por la aparición de ideas delirantes en el sujeto que lo padece. Además el sujeto no es consciente de sus ideas y tampoco existe un razonamiento, por lo que tiene la percepción de estar en lo cierto y no hay posibilidad de contradecirle. Esto lo adquiere por la patología que sufre.

Respecto a los trastornos cuantitativos de la afectividad, podemos hablar de los siguientes, destacando:

· Hipotimia: es de menor grado que la manía. Al individuo le supone un bajo estado de ánimo con distorsión de la realidad que tiende a la depresión. Ya aparece la taquipsiquia.

· Eutimia: supone un estado de ánimo normal, sin mostrar síntoma alguno.

· Hipertimia: exceso nivel afectivo, con una alegría extrema y optimista. Se presenta con frecuencia tras una depresión.

Por otro lado, también encontramos los trastornos cualitativos de la afectividad, entre los que podemos destacar:

  • Euforia: da lugar a una alegría exagerada, introduciéndose en un nivel de hipertimia. Esta tiene distintos grados: alegría, euforia, euforia patológica (existe cierta ficción donde la persona no sabe explicar porque está eufórica, aparece la taquipsiquia), hipomanía y manía (tipo de alienación caracterizada por delirios, alteraciones e ira; estado emocional donde nos podemos encontrar la exaltación del estado de ánimo, la hiperactividad, autoestima elevada, aumento de la actividad física, entre muchos otros cambios).
  • Depresión: se caracteriza por la tristeza, la inhibición, y en algunos casos habría bradipsiquia (ralentización del pensamiento) y también una inhibición motriz. La depresión tiene una prevalencia del 4% en hombre y de un 8% en mujeres, con una tasa de incidencia entre 4 y 8 personas de cada mil las que lo sufren al año. Las personas solteras o divorciadas, las que tienen un nivel socioeconómico bajo, las que han sufrido recientes acontecimientos estresantes y las que carecen de apoyos sociales, son las más propensas a caer en depresión. Dentro de esta nos encontramos:
  1.  Distimia: depresión neurótica. Es el primer grado patológico de esta, siendo continua y a largo plazo. Esta es la forma más leve de los trastornos depresivos· 
  2. Melancolía: es un grado profundo de la depresión. Tristeza y recuerdos de periódicos de felicidad. Produce una alteración de la personalidad y la realidad.
  • Angustia/ansiedad: aparece cuando existe un sentimiento de falta de conformidad o descontento en una persona, con reacciones vegetativas. En definitiva, la ansiedad puede crear dos tipos de miedo: el miedo sin objeto, donde la idea no se centra en ningún objeto, por lo que se manifiesta la idea obsesiva; y por otra parte, el miedo con objeto, donde el miedo se deposita sobre un objeto, dándose lugar a las fobias (angustias irracionales). La angustia se caracteriza por tener un correlato psicofisiológico, que son todas las respuestas vegetativas como puede ser la sudoración, sequedad de boca, mareo, etc.
  • Indiferencia: estado en el cual ni te afectan ni reaccionas ante los estímulos externos, ya sean positivos o negativos.
  • Ambivalencia: capacidad de experimentar dos emociones o sentimientos opuestos.
  • Afecto discordante: supone una reacción afectiva contraria a la que normalmente determinan los estímulos.

Centrándonos en el trastorno bipolar, conocido también como trastorno maniaco depresivo, es caracterizado por la alternancia de episodios de manía (elevado estado de ánimo, eufórico) o hipomanía con otros episodios de estado de ánimo bajo y desesperanzado, es decir, depresiones, por lo que concluimos que este trastorno tiene una patología dual. Estos estados pueden aparecer por separado, pero también pueden darse episodios mixtos. Este tiene un curso cíclico y su pronóstico es deteriorado si sufre cada vez más recaídas y si son más intensas. El tratamiento que se le diagnostica a los pacientes ayuda a limitar la intensidad y reiteración de los episodios maniacos, aunque se puede volver crónico para algunos pacientes, aproximadamente entre un 10-20%.

El trastorno bipolar tiene una prevalencia del 1% respecto a toda la población. Además, no hay diferencias entre los sexos, afecta por igual tanto a hombre como a mujeres. La edad de aparición de la enfermedad está entre los 20 y 30 años, pero puede haber excepciones siendo desarrollada durante la infancia, adolescencia o incluso a los 40-50 años.

Uno de los factores de riesgo con el que más posibilidades hay de desarrollar la enfermedad es ser hijo de un paciente con trastorno bipolar, encontrándonos entre un 15% y un 30%, pero se eleva la posibilidad entre un 50% y un 75% si ambos padres tienen antecedentes o están afectados. Si los padres presentaron los primeros episodios del trastorno antes de la mayoría de edad o tienen otro trastorno psiquiátrico también hace que el riesgo de heredarlo sea mayor. En el caso de tener un hermano/a con el trastorno, supone un riesgo de entre un 15% y un 25%, pero si este es un hermano/a gemelo idéntico la posibilidad incrementa a un 70%. Por estos factores, podemos decir que este trastorno es hereditario. Por último, la drogodependencia también puede provocar el inicio de episodios característicos de este trastorno.

A pesar de ello, la causa por la que se desarrolla el trastorno es desconocida, se piensa que se puede tratar de una alteración cerebral que da lugar a un funcionamiento irregular de algunas de sus funciones. Además, se cree que es consecuencia de la mezcla de factores psicológicos, genéticos y bioquímicos.

En cuanto a los síntomas clínicos de los trastornos bipolares, encontramos varios tipos dependiendo de la manera en la que se presentan, se alternan y evolucionan las fases maniacas y las fases depresivas:

  • Tipo I: el sujeto tiene que haber sufrido al menos un episodio maniaco, hipomaniaco o mixto. Aproximadamente un 1% de la población adulta presenta síntomas que cumplen con los criterios de este tipo de trastorno bipolar.
  • Tipo II: el sujeto ha tenido, al menos, un episodio depresivo mayor, acompañado por un episodio maniaco como mínimo. Nunca tuvo un episodio maniaco ni ningún episodio mixto. Este tipo de trastorno también lo padece aproximadamente un 1% de la población.
  • Trastorno ciclotímico: el sujeto ha sufrido durante al menos dos años muchos periodos con síntomas hipomaniacos y episodios con síntomas depresivos, sin llegar a ser un episodio depresivo mayor. A lo largo de estos dos años, no ha podido estar más de dos meses sin haber sufrido ningún síntoma. Además, no se ha tenido que dar ningún episodio maniaco, ni mixto, ni depresivo mayor como he dicho anteriormente, durante estos dos años, siendo así la forma más leve del trastorno bipolar. La sintomatología de este es padecida por un 1% de la población, como los dos anteriores.
  • Trastorno bipolar no especificado: el sujeto presenta algún tipo de síntoma característico de la bipolaridad, pero estos no siguen los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales-IV por lo que no se le puede diagnosticar ninguno de los tipos anteriores. En este caso la población que puede padecer síntomas de este tipo se encuentra entre un 2-5%.

Respecto a los síntomas del trastorno bipolar, son muy dispares dependiendo de la fase en la que se presentan. Cabe destacar que los pacientes pueden encontrarse en una fase de remisión, en la cual estos han estado largos periodos de tiempo sin padecer ningún síntoma. Los síntomas pueden tener una duración de semanas e incluso meses en algunos casos, estos son:

Manías ó fases maníacas

Esta tiene lugar en el momento en el que el paciente se encuentra en la fase maniaca, donde puede darse la posibilidad de la apreciación de la fuga de ideas. En ese instante, la persona pierde la capacidad de organizar lo que piensa; se altera su pensamiento que puede darse con o sin verborrea (aceleración en el habla siendo esta incomprensible) por lo que resulta difícil tener una conversación con él; tiene la aptitud de cambiar de tema de forma repentina sin que estos tengan nada que ver entre sí e incluso puede llegar a asociar palabras por su asonancia; y al estar en un estado de ánimo alterado sin razón de ser y con gran confianza en sí mismo, podría llevar a cabo actos que en otras situaciones no haría, actuando de manera contraria a sus pensamientos y sentimientos, actos de los cuales se arrepentirá y se opondrá a la idea de haberlos realizado, es decir, predomina sobre él la impulsividad.

Una de las primeras manifestaciones es la falta de la necesidad de sueño. A pesar de ello, este se encuentra en un estado energético, con una gran sensación de bienestar y optimista. Esto puede afectar su manera de pensar y juzgar, o puede llegar a producirle creencias distintas de la realidad, es decir, alucinaciones o delirios. En el momento en el que se le lleva la contraria, se puede volver irritable y hostil.

La fase maniaca puede afectar, acarreando consecuencias negativas, tanto a su persona como a su entorno laboral, social y familiar. En resumen, la persona que sufre la manía puede notar cambios emocionales, en el pensamiento, físicos o en el comportamiento.

En esta fase, alguna vez es necesario el ingreso en una unidad hospitalaria psiquiátrica de manera que se garantice su seguridad y disminuya la intensidad de los síntomas. Pero en cambio, otras veces, simplemente con tratamiento farmacológico se puede llegar a disminuir los síntomas hasta hacerlos desaparecer, permitiendo así la recuperación de la personalidad del paciente.

Hipomanía ó fases hipomaníacas

Esta no es tan grave como la manía, ya que tiene los mismos síntomas pero son menos intensos y trágicos. Estos síntomas pueden permitir al paciente llevar una vida laboral, social y familiar con normalidad, y encontrarse en un estado de bienestar intenso y con gran imaginación y autoestima donde lleven a cabo una serie de ideas o pensamientos de los que se pueden arrepentir. Sin embargo, no es de extrañar que el consumo de alcohol y el de otras sustancias aumente en los sujetos que la padecen.

Debido a ella, no se manifiestan cambios en la conducta tan graves que obligue a la hospitalización. Aunque si es cierto, que puede empeorar y acabar convirtiéndose en una manía o acabar desarrollando una depresión, por ello es de gran importancia tratarla a tiempo para poder evitar estos cambios y que no sea tan fuerte el sufrimiento del paciente.

Depresión ó fases depresivas

La depresión probablemente es la manifestación más frecuente de este trastorno. Debido a esta los pacientes se encuentran tristes, frustrados, con una pérdida de anhelo e interés por las personas o cosas que le importaban, con alteraciones en el sueño y en el apetito, con una pérdida del deseo sexual y un constante sentimiento de cansancio donde todo le supone un gran esfuerzo. Además, empiezan a tener pensamientos muy negativos, convirtiéndose así en una persona pesimista, “fracasada” y con una autoestima muy baja. Todo ello, puede llevarle a tener pensamientos relacionados con la muerte e incluso puede intentar suicidarse, siendo esto una salida para dejar de sufrir y no suponer una carga para los que le rodean.

Todos estos síntomas son muy difíciles de distinguir con los de una depresión normal. Por ello, muchos de los pacientes que sufren de trastorno bipolar no son diagnosticados correctamente como tal hasta el momento en el que tienen episodios de gran elevación del humor o vuelven a tener episodios parecidos a los que ya habían sufrido anteriormente. Ante esta situación, algunos pacientes que ya han tenido episodios previamente la afrontan lo mejor posible ya que saben que es temporal y saldrán de ella, pero otros piensan que ningún tratamiento va a hacer posible el vencerla y que su vida no tiene sentido.

En relación con el diagnóstico del trastorno bipolar, no hay ninguna investigación ni ensayo que nos pueda llevar a este directamente, por lo que transcurren varios años desde que aparecen los síntomas hasta que se da con el diagnóstico exacto.

Este se lleva a cabo con los datos que aporten los familiares y la historia clínica del paciente. En el momento en el que los primeros síntomas han sido haber sufrido un episodio maniaco, uno hipomaníaco o uno mixto, se diagnostica el trastorno bipolar. En cambio, estos síntomas no se pueden coincidir con los de otras enfermedades psiquiátricas ni con el consumo de estupefacientes. Todos estos criterios vienen establecidos en el manual de DSM-IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales).

A cerca del tratamiento, su objetivo es evitar que los pacientes tengan fases maniacas o hipomaniacas y fases depresivas, de manera que estos puedan llevar una vida lo mas normal posible. A pesar de ello, pueden sufrir recaídas pero es menos frecuente si llevan su tratamiento al día y mantienen hábitos regulares y sanos. Este trastorno puede ser tratado de dos formas distintas: por un lado, se puede tratar con tratamiento farmacológico, el cual puede variar dependiendo de la fase en la que se encuentre el paciente. Encontramos:

  • Los fármacos eutimizantes: los cuales son los más importantes. Esto son clave para tratar las fases de depresión, hipomanía y de manía, y para evitar que vuelvan a tener recaídas. Para que estos sean eficaces, se deben de tomar de manera prolongada y continuada. El mas utilizado es el litio, con el cual son necesarios análisis de sangre periódicos ya que es bastante fuere y puede ser dañino según la dosis que se tome.
  • Los fármacos antiepilépticos: que tratar de evitar o prevenir las recaídas de episodios tanto maníacos como depresivos.
  • Los antidepresivos: tratan de lidiar las fases depresivas del trastorno. Para que estos sean efectivos, se deben de tomar durante varias semanas y combinarlos con algún fármaco eutimizante porque su uso puede producir el desarrollo de una fase maniaca.
  • Los fármacos antipsicóticos: son más utilizados en la fase maniaca y al igual que los antidepresivos, se suelen combinar con fármacos eutimizantes. Ayudan a estabilizar el trastorno.

Todos ellos son importantes para tratar de prevenir los síntomas, pero desafortunadamente un gran número de personas deciden dejar de tomárselos, lo que los lleva a sufrir recaídas. Por otro lado, encontramos la psicoterapia y tratamientos psicosociales, ya que es de gran importancia que el paciente tenga una relación de confianza con profesionales que pueden ayudarle en su trastorno. En estas reuniones el objetivo es que tanto los pacientes como los familiares tengan conciencia de la enfermedad, su tratamiento y su postura para afrontarla. Por ello, la intervención de los familiares es esencial ya que conviven con ellos y deben de apoyarlo. Además, pueden ser de ayuda para prevenir las recaídas y darle estabilidad si el paciente no es consciente de que esta empeorando.

Como último recurso, se puede realizar la terapia electroconvulsiva, la cual consiste en pequeñas corrientes eléctricas a través del cerebro que provoca cambios en la neuroquímica cerebral de manera que pueden repercutir los síntomas del trastorno. Esta se realiza en el hospital y siempre bajo anestesia.

En general no existe ninguna forma de prevenir el trastorno bipolar, pero es de gran importancia que los pacientes sigan algún tipo de tratamiento como los anteriores, no consuman alcohol o drogas, sigan las pautas que le da el psiquiatra que lo lleva, aprenda a detectar los síntomas que lo llevan a la recaída y que tengan horarios de sueño regulares para que su trastorno pueda mejorar. De la otra forma aquellos que no son tratados o deciden dejar su tratamiento tendrán una recaída segura, y además, puede encontrarse la posibilidad del suicidio, encontrándose la tase de este aproximadamente entre el 10-15 %.

Por otro lado, el trastorno bipolar en los niños y adolescentes es menos frecuente y se da de forma gradual. Además, este trastorno puede llevarlos a sufrir otros problemas a la vez, como son: abusar de sustancias como el alcohol y las drogas, el trastorno de déficit de atención con hiperactividad dificultando su concentración y los trastornos de ansiedad. El hecho de que los niños o adolescentes hayan sido maltratados también tiene una importante relevancia que puede hacerles presentar este trastorno. Los jóvenes pueden correr muchos más riesgos que los adultos, por lo que es importante tratarlo cuanto antes.

Por último, en un futuro, se prevé conseguir que la sociedad no tenga rechazo hacia las personas que lo padecen, sobre todo en el ámbito laboral. Además, se pretende aprender más sobre las causas que dan lugar a alienación emocional y tener más conocimientos sobre las bases biológicas del trastorno y como afecta a las funciones cerebrales. Asimismo, se estima que los tratamientos sean mas efectivos y con menos efectos secundarios.

17 August 2021
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